miércoles, 31 de julio de 2013

5.1
LA HORA FINAL

Quedaban exactamente quince minutos para que tocase el timbre que daría por comenzada una nueva jornada de clases. Aburridas y eternas horas de estudio que no iban a servir para nada. Eso es lo que pensaba Nacho mientras avanzaban por el campo de fútbol. Estaba cansado y agotado, tenía sueño, más del que tenía normalmente. También sentía un dolor constante en el brazo derecho, quizás se hubiese hecho daño en judo, tampoco importaba.
               -Ey Baquetas. Fíjate –dijo Isma señalando en dirección a la entrada de clase de gimnasia. Saliendo por la puerta del aula, había tres policías que hablaban entre ellos amistosamente.- ¿Qué bastarda mierda hacen aquí esos maderos?
               -Habrán robado otra vez la televisión de clase de inglés –contestó Nacho mirando a los agentes. Estos iban uniformados como lo harían patrullando las calles, incluso llevaban la porra y la glock, una P99 consiguió reconocer Nacho. Una pistola semiautomática utilizada por la policía local de varias localidades españolas.
               -Pues esos cabrones no pintan nada aquí.
               -Se nota que la policía te cae muy bien –comentó Nacho en un tono sarcástico. Sabía de sobra que si había algo que Isma odiaba en el mundo, era la policía. En un intento de detener un desahucio, se había formado una masa de personas alrededor de la casa protegida e Isma y sus tres colegas del grupo más su hermano un año mayor estaban allí para ayudar contra esa injusticia. Al rato, la policía cargó contra los civiles y se formó una buena pelea. El más afectado fue Brian, el hermano de Isma que tuvo que ir al hospital por culpa de un policía que le abrió la cabeza. Desde ese instante, Isma cogió un odio contra la policía.
               -Esos cabrones hicieron que mi hermano tuviese que estar en el hospital ingresado. Jodidos bastardos.
               Los tres agentes se cruzaron con los dos chicos y amistosamente les saludaron. Mientras Nacho les respondía el saludo, Isma se apretó los puños. Cuando los agentes se alejaron lo suficiente, Isma no pudo evitar despotricar por lo bajo sus pensamientos.
               -Bastardos de mierda. Ahora van de majos pero luego no dudan de romper narices y cráneos…
               Nacho sonrió al escuchar las envenenadas palabras de su amigo y ya no respondió, porque sabía que si cometía el error de hacerlo, se metería de lleno en una conversación en la que Isma narraría centenares de cargas policiales que terminaron con civiles yendo al hospital heridos por los mossos d´ escuadra.
               Llegaron a las gradas donde el resto de sus amigos les esperaban. Desde tiempos inmemorables, según contaban las leyendas, más o menos desde la primera generación que pasó por el colegio, la inmensa mayoría de los alumnos de 4º y ciertos aventureros de 3º, esperaban y se reunían en este milenario lugar a que los timbres marcasen el comienzo de las clases.
               Isma recibió a Valentina con un dulce beso en los labios y Nacho intentando no pensar en Zoey al ver esa escena, llegó junto a Ángel a quien saludó de una manera especial que ellos habían inventado tiempo atrás, cuando aun acababan de entrar en la ESO. Buscó con la mirada a Zoey que estaba sentada un par de lugares a la derecha de Ángel. Luego buscó a Guillermo, pero no lo encontró.
               -Guillermo aun no llegó –dijo Ángel al ver que su amigo lo buscaba con la mirada. Nacho hizo una mueca de disgusto, pero bueno, no importaba. Aun quedaba todo el resto de día para hablar. Y además estaba Zoey, con quien por supuesto, también quería hablar.
               -Oye, ¿Alguno de vosotros sabe que coño hacen aquí los maderos? –Preguntó Isma abrazado a su novia.
               -Por lo que me han dicho, hoy van a dar una charla –intervino Barreiro, un amigo de la clase de Isma.- Van a dar una cháchara por turnos, primero 4ºB, luego vosotros, 4ºC –continuó el chico señalando a Nacho y Ángel,- y por último a 4ºA.
               -Yo no necesito una charla de esos cabrones –refunfuñó Isma.
               -Mira el lado positivo –dijo Mario, un chico regordete y reservado sumándose a la conversación.- Así perdemos clase.
               -Que más da, hoy no íbamos a hacer nada de todas formas, es el penúltimo día –replicó Nacho metiéndose las manos en los bolsillos de sus pantalones negros.
               -Buenos días chavales –dijo María a modo de saludo. Ángel al verla envió una mirada a su amigo y se levantó de su cómodo asiento el cual rápidamente fue ocupado por Rubén, un chico de 4ºB. Cómodamente se sentó mientras Ángel pasaba al lado de Nacho y le daba un golpecito amistoso en el codo. El chico se acercó a la recién llegada y utilizando la excusa de los deberes, comenzó a hablar con ella. María era nueva en el colegio desde el comienzo de curso e iba en clase de Valentina, en 4ºA. Sin embargo la habían conocido en el verano, un día en la playa y allí, se hicieron muy amigos de ella. Ángel se había enamorado de la chica al poco de conocerla mejor, no era de su estilo, todo lo contrario. No muy alta con apariencia débil pero con mucho carácter. Vestía a la moda, pocas veces se le veía con el color negro y sin embargo, Ángel babeaba por ella.
               Nacho se frotó el hombro que escasos segundos antes, Ángel le había golpeado. Sabía de sobra que había significado aquello, que hablase con Zoey y lo arreglase todo. Tenía razón, tomó aire y decidido fue al encuentro de su exnovia que ahora hablaba con Silvia y Nerea. En el breve camino pensó que decir, no sabía como empezar, pero no importaba, iba a hablar con Zoey y nadie se lo impediría. Fuese lo que fuese lo que le había dicho el padre el día que rompieron, no podía ser tan grave para que la adolescente, no le volviese a hablar.
               A menos de un par de metros, Nacho dudó un instante en como saludarla y cuando hubo decidido de cómo hacerlo, alzó la mano y abriendo la boca para saludar a la chica, alguien se le adelantó. Una capucha negra, cubría el rostro del individuo que se apresuró a saludar a Zoey.
               -Buenos días, Zoey –dijo el chico quitándose la capucha y dejando al descubierto a Borja, un rapero de 4ºB que tenía unas intenciones muy claras con Zoey.

               ¡Mierda! No podía ser así, Borja no. Nacho era muy sociable, no tenía manía ni despreciaba a nadie menos a Borja. A eso chico no le tragaba, odiaba su aire de superioridad y como trataba al resto de la gente, seres inferiores. Su pelo corto el cual cada mañana se lo ponía minuciosamente en punto con litros y litros de pastosa gomina, estaba normalmente cubierto por una capucha de una sudadera unas cuantas tallas más grandes de la que debería usar. Su pendiente con forma de diamante en la oreja izquierda, dejaba claro lo que más le gustaba a ese rapero en el mundo: el dinero y las chicas, en ese orden.

viernes, 19 de julio de 2013

4
NUNCA MÁS

Nacho se despertó completamente empapado de un sudor frío y gélido demasiado asustado para moverse. Una vez se hubo convencido de que todo fue una pesadilla, se giró hacia la izquierda y comprobó que aun seguía en el bus. Se quitó los cascos donde todavía sonaba la música a todo volumen y se encontró a su lado a Isma.
               -Buenos días, Baquetas, ¿Ha dormido bien la princesita? –Preguntó el amigo pícaramente. Nacho, todavía con los ojos achinados debido al sueño emitió un gruñido a modo de respuesta.- Así me gusta, tan despierto como siempre.
               Nacho volvió a gruñir desviando la mirada hacia la ventana. Cada mañana siempre veía el mismo paisaje y sin embargo, nunca se cansaba de observar la ría y las Islas Cies que orgullosamente se imponían sobre la gran ciudad de Vigo envueltos en una espesa niebla misteriosa e imponente.
               -Tengo una buena noticia: conseguí convencer a Guillermo de que hablase contigo -prosiguió Isma consiguiendo captar la atención de Nacho que poco a poco se iba despertando.- A ver si hoy hacéis las paces de una bastarda vez.
               -Gracias, tío.
               -No hay de que, ya sabéis que yo soy el indispensable del grupo y que sin mi todo se iría a la mierda –Nacho sonrió y recordó como en uno de los primeros días de ensayo, nació ese título para Isma. El día anterior, Ángel había visto en una serie de televisión, que en todo grupo siempre hay un líder, un colíder, un guapo, un listo, una chica y un imprescindible. Por supuesto, el título de indispensable fue otorgado a Isma, ya que cuando él faltaba en un lugar el ambiente no era lo mismo. Él hacía que cualquier parte en el que estuviese fuese mucho más divertido de lo que era, por ejemplo, los viernes la primera hora de clase de matemáticas, sería insufrible para Nacho, Guillermo y Ángel si no fuese por Isma, que con sus comentarios, gestos y caras, se hacían mucho menos aburridas y más amenas; se echaba mucho en falta los días en que el chico faltaba.
               El resto de los títulos también se repartieron; Guillermo se autoproclamó el guapo –aunque el resto le intentase convencer que el título más indicado para él era el de la chica- y Nacho y Ángel se enfrentaron cómicamente por el título de líder y colíder.- Por cierto, ¿Sabes que Valentina quiere tener un bebé?
               -¿Tan pronto? –Preguntó Nacho sorprendido.
               -¿Qué? No claro que no. Bueno, espero.
               -¿Entonces?
               -Joder, creo que el problema está claro. Que dentro de unos años quiere tener un bebé, ¡Un bebé! ¿Tú sabes lo que es eso?
               -Macho, tampoco es tan malo –indicó Nacho instantes después de levantarse puesto que el bus ya se había detenido.- Un bebé da trabajo, pero creo que es muy bonito tenerlo.
               -Bah, mariconadas –desarrugándose su camiseta de Black Ice de ACDC se levantó y acompañado de Nacho y del resto de niños que iban en el bus, bajó por las escaleras del autocar que conducían al exterior. Se colocó su chupa de cuero para no pasar frío y se acomodó su gorro de Iron Maiden sobre su corto y castaño pelo. Sus intensos y oscuros ojos posaron su mirada en su amigo y prosiguió.- Los bebes lloran, se cagan, se enfadan, huelen mal y lloran aun más. Son bastardamente pesados.
               Nacho negó con una sonrisa las palabras de su amigo mientras Natalia llegaba junto a él y le daba la mano a su hermano para entrar en el colegio: el Martín Códax. 
               Una escuela que nació en 1971 inspirada en la Institución Libre de la Enseñanza y en la tradición cultural gallega, la cual defendían a toda costa todos los profesores, intentando lavar los cerebros de todos los jóvenes estudiantes metiéndoles en la cabeza que el gallego era un idioma que no podía desaparecer y por eso tenían que hablarlo.
               Era un colegio que podía presumir sobradamente de ser uno de los más grandes de todo Vigo, con el limpio aire de las montañas y el molesto sonido de los aviones –sólo para los profesores- ya que el aeropuerto de Vigo, Peinador, se encontraba a escasos quinientos metros del colegio. Y no era la primera vez que un alumno tenía la absurda idea de planear una fuga del colegio para escaparse en un avión, pero pronto se daba cuenta que aquel plan no era muy bueno y que simplemente no tenía sentido.
               Los frondosos árboles de la entrada desprendían ese característico olor que te ayudaba a recordar que un día más habías entrado en el colegio para ser ametrallado con broncas y malas notas. Nacho sonrió a su hermana y observó que en Secretaria, estaban metiendo unos bidones de gasolina a saber para qué clase de planes terroristas. El edificio, hecho de madera con un tejado de ladrillo, daba la bienvenida a la escuela. En su interior residía una enorme fotocopiadora acompañada con toneladas de folios, documentos y carpetas que serían guardadas en un cajón para nunca más volver a ser vistas. Desde la ventana de Secretaría, Fernando, jefe de estudios y al mismo tiempo profesor de historia, saludó con un gesto de mano al chico. Nacho envió una sonrisa que resultó bastante forzada, a esas horas de la mañana no podía esbozar una sonrisa si de verdad no le salía del alma.
               A los pocos metros de la escuela, se encontraba la cuesta más empinada de todo el colegio donde más de un alumno había tenido la desafortunada oportunidad de romperse algún hueso, que conducía directamente al enorme campo de fútbol hecho en su totalidad por un cemento condenador que en verano desprendía un calor infernal y que durante los días más fríos de invierno, se congelaba y cada año, siempre había un niño que resbalando por aquel campo, se rompía un hueso. A su izquierda, durante la bajada, los escoltaba la Jaula, un campo de fútbol de arena que formaba parte del límite del colegio que conectaba con la carretera que conducía al aeropuerto. Dicho campo, decorado con la misma fila de árboles que continuaba a partir de la entrada que varias veces atrapaban los balones que en ellos caían, estaba rodeado en su totalidad por un enorme cuadrado de verjas –de ahí su nombre de la Jaula- con una única puerta en la zona de la cuestas. Este campo, era el techo del edificio que se encontraba debajo: el comedor, donde un par de días a la semana, los alumnos se quedaban a comer una comida odiaba por todos los chicos y que según los jóvenes y algunos profesores, era veneno puro.
               Terminaron de bajar la cuesta, cuando    Nacho se sorprendió al ver como su hermana le soltaba la mano.
               -Ya soy mayor, sé ir sola –dijo la pequeña con una gran sonrisa.
               -¿Ah si? ¿Tan mayor eres princesa? –Preguntó su hermano al tiempo que se detenían en el final de la cuesta al lado del punto de córner.
               -Pues si, ya tengo siete años y mucho –indicó Natalia muy orgullosa.
               -¿En serio enana? Genial, entonces ya puedes venir con nosotros a los conciertos -apuntó Isma sumándose a la conversación.
               -No quiero –contestó la niña molesta porque el amigo de Nacho la llamó enana. Ella ya no es pequeña, ya no tiene que dormir con la luz encendida.
               -¿Por qué no?
               -Pues porque vuestra música es molesta. Podíais llevarme a un concierto de Miley Cyrus.
               -Por los mismísimos testículos del Minotauro, espero que entonces Dios se apiade de nosotros –susurró el hermano mayor en una voz audible solo para su amigo.
               -Me voy –dijo Natalia dándose la vuelta y alejándose.
               -¿Ya te vas princesa? –Preguntó Nacho.- ¿No me das un besito?
               -No –contestó la niña sonriente y echándole la lengua. – Me voy a clase.

               -Bueno, pues nos vemos luego –susurró Nacho para sus adentros viendo como su hermana se alejaba y fue durante ese momento en el que tuvo un terrible presentimiento. La sensación de que nunca más la volvería a ver…

domingo, 7 de julio de 2013

3.2
NUBES DE TORMENTA


               Al decir la última frase, su boca volvió a vislumbrar una esquizofrénica risa. Nacho observaba totalmente confuso e intentaba asimilar inútilmente las palabras de su padre, no alcanzaba a entender nada. Cuando se disponía a volverle a preguntar, su padre estalló en lágrimas. <<Madre mía, tiene el comportamiento de un desquiciado>> pensó Nacho para sus adentros. Isidro, con lágrimas todavía bajando por su herida mejilla, retomó de nuevo la palabra.
               -Recordar… No va a haber nadie que recuerde. Pero la tormenta va a estallar, de eso no hay duda. Hay muchas, muchas nubes –todavía con la voz entrecortada, miró a Nacho seriamente y metió su temblorosa mano en el bolsillo de su pantalón vaquero y de él saco tres cosas. La primera un pequeño frasco que contenía en su interior un líquido transparente pero Nacho no consiguió leer lo que ponía en la etiqueta del bote.  Lo segundo era una aguja, ¿Su padre se pinchaba? Eso explicaba el comportamiento esquizofrénico que estaba teniendo. Cuando Nacho adelantó el brazo para arrebatarle la aguja, su padre clavó sus azules ojos en su hijo y le negó el objeto.
               -Tranquilo, tú ya no la necesitarás. Sin embargo, tengo algo que te será de gran ayuda –dijo Isidro mostrándole a Nacho lo que realmente había estado buscando en el bolsillo; un trozo de papel. No era un trozo mucho más grande del tamaño que utilizaba Nacho para hacer chuletas en los exámenes, tampoco estaba bien cortado, puesto que lo debió de escindir a mano y con muchas prisas.- Nacho, cuando la tormenta estalle, esto te salvará la vida. Es necesario que te lo dé para asegurar tu supervivencia. Es crucial que no lo pierdas, de ello depende tu vida y la de tu hermana.
               Isidro alargó el brazo para que su hijo tomase aquel papel que al parecer era de suma importancia. Nacho, cada vez más confuso, extendió su miembro para cogerlo pero algo lo detuvo. Un grito desgarrador sonó a lo largo de toda la casa.
               -¡MAMÁ! –gritó Nacho olvidando completamente el papel que su padre le ofrecía. Un nuevo grito, retumbó a lo ancho del hogar, provenía de la habitación de sus padres. Nacho miró a su padre y vio como este susurraba unas palabras para si mismo:    
-Tras las negras nubes de advertencia, estalla la tormenta –De nuevo lágrimas reaparecieron en sus ojos y esta vez, mirando a su hijo, Isidro alzó la voz.- Y esta, empieza con los primeros truenos…
Nacho escuchó las palabras de su padre pero, un nuevo grito, lo despertó e hizo que reaccionase. Corrió hasta la habitación de sus progenitores pero se encontró con la puerta cerrada. Rápidamente, el adolescente intentó abrirla pero el pestillo estaba realizando su tarea, la puerta no cedía.
-¡MAMÁ! –Gritó Nacho con todas sus fuerzas haciéndose oír por encima de los fuertes chillidos de su madre.- ¡Tranquila mamá, estoy aquí! -Nacho empezó a golpear la puerta con potentes placajes pero esta, seguía sin ceder.- Papá, la puerta no abre, ¡Tenemos que sacarla de ahí!
-El destino no se puede cambiar Nacho, no abras esa puerta. La tormenta ya ha empezado –Contestó el padre totalmente pasivo a los gritos de su mujer, sin embargo, tan solo un microsegundo, Nacho pudo apreciar en el rostro de Isidro dolor, dolor por lo que estaba pasando y por lo que iba a suceder.
-¡Cállate de una jodida vez con eso de la tormenta y ayúdame! –vociferó Nacho perdido de los nervios, pero su padre negó con la cabeza a modo de respuesta. El adolescente se volvió a la puerta y con todas sus fuerzas, dio un potente puñetazo que con un crujido de madera, rompió a la altura de la cerradura para poderla abrir desde fuera. Cuando quitó el pestillo y saco la mano al exterior, vio como caliente y líquida sangre empezaba a brotar por una herida que se hizo escasos segundos atrás al cortarse con grandes trozos de astillas de la madera. Pero no paró a quejarse del dolor, ya que la puerta no estaba cerrada y se podía acceder por fin al interior de la habitación.
Los histéricos y seguidos gritos de su madre, se habían silenciado.
-Hijo, no cambies el curso de las cosas. No entres –Dijo Isidro mirando seriamente a su hijo.
Pero Nacho hizo caso omiso a las palabras de su padre. Sangrando cada vez más, empujó la puerta y miró el interior de la habitación.
Aquello no era posible, se quedó petrificado.