5.1
LA HORA FINAL
Quedaban exactamente quince
minutos para que tocase el timbre que daría por comenzada una nueva jornada de
clases. Aburridas y eternas horas de estudio que no iban a servir para nada.
Eso es lo que pensaba Nacho mientras avanzaban por el campo de fútbol. Estaba
cansado y agotado, tenía sueño, más del que tenía normalmente. También sentía
un dolor constante en el brazo derecho, quizás se hubiese hecho daño en judo,
tampoco importaba.
-Ey
Baquetas. Fíjate –dijo Isma señalando en dirección a la entrada de clase de
gimnasia. Saliendo por la puerta del aula, había tres policías que hablaban
entre ellos amistosamente.- ¿Qué bastarda mierda hacen aquí esos maderos?
-Habrán
robado otra vez la televisión de clase de inglés –contestó Nacho mirando a los
agentes. Estos iban uniformados como lo harían patrullando las calles, incluso
llevaban la porra y la glock, una P99 consiguió reconocer Nacho. Una pistola
semiautomática utilizada por la policía local de varias localidades españolas.
-Pues
esos cabrones no pintan nada aquí.
-Se
nota que la policía te cae muy bien –comentó Nacho en un tono sarcástico. Sabía
de sobra que si había algo que Isma odiaba en el mundo, era la policía. En un
intento de detener un desahucio, se había formado una masa de personas
alrededor de la casa protegida e Isma y sus tres colegas del grupo más su
hermano un año mayor estaban allí para ayudar contra esa injusticia. Al rato,
la policía cargó contra los civiles y se formó una buena pelea. El más afectado
fue Brian, el hermano de Isma que tuvo que ir al hospital por culpa de un policía
que le abrió la cabeza. Desde ese instante, Isma cogió un odio contra la
policía.
-Esos
cabrones hicieron que mi hermano tuviese que estar en el hospital ingresado.
Jodidos bastardos.
Los
tres agentes se cruzaron con los dos chicos y amistosamente les saludaron.
Mientras Nacho les respondía el saludo, Isma se apretó los puños. Cuando los
agentes se alejaron lo suficiente, Isma no pudo evitar despotricar por lo bajo
sus pensamientos.
-Bastardos
de mierda. Ahora van de majos pero luego no dudan de romper narices y cráneos…
Nacho
sonrió al escuchar las envenenadas palabras de su amigo y ya no respondió,
porque sabía que si cometía el error de hacerlo, se metería de lleno en una
conversación en la que Isma narraría centenares de cargas policiales que terminaron
con civiles yendo al hospital heridos por los mossos d´ escuadra.
Llegaron
a las gradas donde el resto de sus amigos les esperaban. Desde tiempos
inmemorables, según contaban las leyendas, más o menos desde la primera
generación que pasó por el colegio, la inmensa mayoría de los alumnos de 4º y
ciertos aventureros de 3º, esperaban y se reunían en este milenario lugar a que
los timbres marcasen el comienzo de las clases.
Isma
recibió a Valentina con un dulce beso en los labios y Nacho intentando no
pensar en Zoey al ver esa escena, llegó junto a Ángel a quien saludó de una
manera especial que ellos habían inventado tiempo atrás, cuando aun acababan de
entrar en la ESO. Buscó con la mirada a Zoey que estaba sentada un par de
lugares a la derecha de Ángel. Luego buscó a Guillermo, pero no lo encontró.
-Guillermo
aun no llegó –dijo Ángel al ver que su amigo lo buscaba con la mirada. Nacho
hizo una mueca de disgusto, pero bueno, no importaba. Aun quedaba todo el resto
de día para hablar. Y además estaba Zoey, con quien por supuesto, también
quería hablar.
-Oye,
¿Alguno de vosotros sabe que coño hacen aquí los maderos? –Preguntó Isma
abrazado a su novia.
-Por
lo que me han dicho, hoy van a dar una charla –intervino Barreiro, un amigo de
la clase de Isma.- Van a dar una cháchara por turnos, primero 4ºB, luego
vosotros, 4ºC –continuó el chico señalando a Nacho y Ángel,- y por último a
4ºA.
-Yo
no necesito una charla de esos cabrones –refunfuñó Isma.
-Mira
el lado positivo –dijo Mario, un chico regordete y reservado sumándose a la
conversación.- Así perdemos clase.
-Que
más da, hoy no íbamos a hacer nada de todas formas, es el penúltimo día
–replicó Nacho metiéndose las manos en los bolsillos de sus pantalones negros.
-Buenos
días chavales –dijo María a modo de saludo. Ángel al verla envió una mirada a
su amigo y se levantó de su cómodo asiento el cual rápidamente fue ocupado por
Rubén, un chico de 4ºB. Cómodamente se sentó mientras Ángel pasaba al lado de
Nacho y le daba un golpecito amistoso en el codo. El chico se acercó a la
recién llegada y utilizando la excusa de los deberes, comenzó a hablar con
ella. María era nueva en el colegio desde el comienzo de curso e iba en clase
de Valentina, en 4ºA. Sin embargo la habían conocido en el verano, un día en la
playa y allí, se hicieron muy amigos de ella. Ángel se había enamorado de la
chica al poco de conocerla mejor, no era de su estilo, todo lo contrario. No
muy alta con apariencia débil pero con mucho carácter. Vestía a la moda, pocas
veces se le veía con el color negro y sin embargo, Ángel babeaba por ella.
Nacho
se frotó el hombro que escasos segundos antes, Ángel le había golpeado. Sabía
de sobra que había significado aquello, que hablase con Zoey y lo arreglase
todo. Tenía razón, tomó aire y decidido fue al encuentro de su exnovia que
ahora hablaba con Silvia y Nerea. En el breve camino pensó que decir, no sabía
como empezar, pero no importaba, iba a hablar con Zoey y nadie se lo impediría.
Fuese lo que fuese lo que le había dicho el padre el día que rompieron, no podía
ser tan grave para que la adolescente, no le volviese a hablar.
A
menos de un par de metros, Nacho dudó un instante en como saludarla y cuando
hubo decidido de cómo hacerlo, alzó la mano y abriendo la boca para saludar a
la chica, alguien se le adelantó. Una capucha negra, cubría el rostro del
individuo que se apresuró a saludar a Zoey.
-Buenos
días, Zoey –dijo el chico quitándose la capucha y dejando al descubierto a
Borja, un rapero de 4ºB que tenía unas intenciones muy claras con Zoey.
¡Mierda!
No podía ser así, Borja no. Nacho era muy sociable, no tenía manía ni
despreciaba a nadie menos a Borja. A eso chico no le tragaba, odiaba su aire de
superioridad y como trataba al resto de la gente, seres inferiores. Su pelo
corto el cual cada mañana se lo ponía minuciosamente en punto con litros y
litros de pastosa gomina, estaba normalmente cubierto por una capucha de una
sudadera unas cuantas tallas más grandes de la que debería usar. Su pendiente
con forma de diamante en la oreja izquierda, dejaba claro lo que más le gustaba
a ese rapero en el mundo: el dinero y las chicas, en ese orden.