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NUNCA MÁS
Nacho se despertó completamente
empapado de un sudor frío y gélido demasiado asustado para moverse. Una vez se
hubo convencido de que todo fue una pesadilla, se giró hacia la izquierda y
comprobó que aun seguía en el bus. Se quitó los cascos donde todavía sonaba la
música a todo volumen y se encontró a su lado a Isma.
-Buenos
días, Baquetas, ¿Ha dormido bien la princesita? –Preguntó el amigo pícaramente.
Nacho, todavía con los ojos achinados debido al sueño emitió un gruñido a modo
de respuesta.- Así me gusta, tan despierto como siempre.
Nacho
volvió a gruñir desviando la mirada hacia la ventana. Cada mañana siempre veía
el mismo paisaje y sin embargo, nunca se cansaba de observar la ría y las Islas
Cies que orgullosamente se imponían sobre la gran ciudad de Vigo envueltos en
una espesa niebla misteriosa e imponente.
-Tengo
una buena noticia: conseguí convencer a Guillermo de que hablase contigo -prosiguió
Isma consiguiendo captar la atención de Nacho que poco a poco se iba
despertando.- A ver si hoy hacéis las paces de una bastarda vez.
-Gracias,
tío.
-No
hay de que, ya sabéis que yo soy el indispensable del grupo y que sin mi todo
se iría a la mierda –Nacho sonrió y recordó como en uno de los primeros días de
ensayo, nació ese título para Isma. El día anterior, Ángel había visto en una
serie de televisión, que en todo grupo siempre hay un líder, un colíder, un
guapo, un listo, una chica y un imprescindible. Por supuesto, el título de
indispensable fue otorgado a Isma, ya que cuando él faltaba en un lugar el
ambiente no era lo mismo. Él hacía que cualquier parte en el que estuviese
fuese mucho más divertido de lo que era, por ejemplo, los viernes la primera
hora de clase de matemáticas, sería insufrible para Nacho, Guillermo y Ángel si
no fuese por Isma, que con sus comentarios, gestos y caras, se hacían mucho
menos aburridas y más amenas; se echaba mucho en falta los días en que el chico
faltaba.
El
resto de los títulos también se repartieron; Guillermo se autoproclamó el guapo
–aunque el resto le intentase convencer que el título más indicado para él era
el de la chica- y Nacho y Ángel se enfrentaron cómicamente por el título de
líder y colíder.- Por cierto, ¿Sabes que Valentina quiere tener un bebé?
-¿Tan
pronto? –Preguntó Nacho sorprendido.
-¿Qué?
No claro que no. Bueno, espero.
-¿Entonces?
-Joder,
creo que el problema está claro. Que dentro de unos años quiere tener un bebé,
¡Un bebé! ¿Tú sabes lo que es eso?
-Macho,
tampoco es tan malo –indicó Nacho instantes después de levantarse puesto que el
bus ya se había detenido.- Un bebé da trabajo, pero creo que es muy bonito
tenerlo.
-Bah,
mariconadas –desarrugándose su camiseta de Black
Ice de ACDC se levantó y
acompañado de Nacho y del resto de niños que iban en el bus, bajó por las
escaleras del autocar que conducían al exterior. Se colocó su chupa de cuero
para no pasar frío y se acomodó su gorro de Iron Maiden sobre su corto y
castaño pelo. Sus intensos y oscuros ojos posaron su mirada en su amigo y
prosiguió.- Los bebes lloran, se cagan, se enfadan, huelen mal y lloran aun más.
Son bastardamente pesados.
Nacho
negó con una sonrisa las palabras de su amigo mientras Natalia llegaba junto a
él y le daba la mano a su hermano para entrar en el colegio: el Martín Códax.
Una
escuela que nació en 1971 inspirada en la Institución Libre de la Enseñanza y
en la tradición cultural gallega, la cual defendían a toda costa todos los
profesores, intentando lavar los cerebros de todos los jóvenes estudiantes
metiéndoles en la cabeza que el gallego era un idioma que no podía desaparecer
y por eso tenían que hablarlo.
Era
un colegio que podía presumir sobradamente de ser uno de los más grandes de
todo Vigo, con el limpio aire de las montañas y el molesto sonido de los
aviones –sólo para los profesores- ya que el aeropuerto de Vigo, Peinador, se
encontraba a escasos quinientos metros del colegio. Y no era la primera vez que
un alumno tenía la absurda idea de planear una fuga del colegio para escaparse
en un avión, pero pronto se daba cuenta que aquel plan no era muy bueno y que
simplemente no tenía sentido.
Los
frondosos árboles de la entrada desprendían ese característico olor que te
ayudaba a recordar que un día más habías entrado en el colegio para ser
ametrallado con broncas y malas notas. Nacho sonrió a su hermana y observó que
en Secretaria, estaban metiendo unos bidones de gasolina a saber para qué clase
de planes terroristas. El edificio, hecho de madera con un tejado de ladrillo,
daba la bienvenida a la escuela. En su interior residía una enorme
fotocopiadora acompañada con toneladas de folios, documentos y carpetas que
serían guardadas en un cajón para nunca más volver a ser vistas. Desde la
ventana de Secretaría, Fernando, jefe de estudios y al mismo tiempo profesor de
historia, saludó con un gesto de mano al chico. Nacho envió una sonrisa que
resultó bastante forzada, a esas horas de la mañana no podía esbozar una
sonrisa si de verdad no le salía del alma.
A
los pocos metros de la escuela, se encontraba la cuesta más empinada de todo el
colegio donde más de un alumno había tenido la desafortunada oportunidad de
romperse algún hueso, que conducía directamente al enorme campo de fútbol hecho
en su totalidad por un cemento condenador que en verano desprendía un calor
infernal y que durante los días más fríos de invierno, se congelaba y cada año,
siempre había un niño que resbalando por aquel campo, se rompía un hueso. A su
izquierda, durante la bajada, los escoltaba la Jaula, un campo de fútbol de
arena que formaba parte del límite del colegio que conectaba con la carretera
que conducía al aeropuerto. Dicho campo, decorado con la misma fila de árboles
que continuaba a partir de la entrada que varias veces atrapaban los balones
que en ellos caían, estaba rodeado en su totalidad por un enorme cuadrado de verjas
–de ahí su nombre de la Jaula- con una única puerta en la zona de la cuestas.
Este campo, era el techo del edificio que se encontraba debajo: el comedor,
donde un par de días a la semana, los alumnos se quedaban a comer una comida
odiaba por todos los chicos y que según los jóvenes y algunos profesores, era
veneno puro.
Terminaron
de bajar la cuesta, cuando Nacho se
sorprendió al ver como su hermana le soltaba la mano.
-Ya
soy mayor, sé ir sola –dijo la pequeña con una gran sonrisa.
-¿Ah
si? ¿Tan mayor eres princesa? –Preguntó su hermano al tiempo que se detenían en
el final de la cuesta al lado del punto de córner.
-Pues
si, ya tengo siete años y mucho –indicó Natalia muy orgullosa.
-¿En
serio enana? Genial, entonces ya puedes venir con nosotros a los conciertos -apuntó
Isma sumándose a la conversación.
-No
quiero –contestó la niña molesta porque el amigo de Nacho la llamó enana. Ella
ya no es pequeña, ya no tiene que dormir con la luz encendida.
-¿Por
qué no?
-Pues
porque vuestra música es molesta. Podíais llevarme a un concierto de Miley
Cyrus.
-Por
los mismísimos testículos del Minotauro, espero que entonces Dios se apiade de
nosotros –susurró el hermano mayor en una voz audible solo para su amigo.
-Me
voy –dijo Natalia dándose la vuelta y alejándose.
-¿Ya
te vas princesa? –Preguntó Nacho.- ¿No me das un besito?
-No
–contestó la niña sonriente y echándole la lengua. – Me voy a clase.
-Bueno,
pues nos vemos luego –susurró Nacho para sus adentros viendo como su hermana se
alejaba y fue durante ese momento en el que tuvo un terrible presentimiento. La
sensación de que nunca más la volvería a ver…
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