viernes, 19 de julio de 2013

4
NUNCA MÁS

Nacho se despertó completamente empapado de un sudor frío y gélido demasiado asustado para moverse. Una vez se hubo convencido de que todo fue una pesadilla, se giró hacia la izquierda y comprobó que aun seguía en el bus. Se quitó los cascos donde todavía sonaba la música a todo volumen y se encontró a su lado a Isma.
               -Buenos días, Baquetas, ¿Ha dormido bien la princesita? –Preguntó el amigo pícaramente. Nacho, todavía con los ojos achinados debido al sueño emitió un gruñido a modo de respuesta.- Así me gusta, tan despierto como siempre.
               Nacho volvió a gruñir desviando la mirada hacia la ventana. Cada mañana siempre veía el mismo paisaje y sin embargo, nunca se cansaba de observar la ría y las Islas Cies que orgullosamente se imponían sobre la gran ciudad de Vigo envueltos en una espesa niebla misteriosa e imponente.
               -Tengo una buena noticia: conseguí convencer a Guillermo de que hablase contigo -prosiguió Isma consiguiendo captar la atención de Nacho que poco a poco se iba despertando.- A ver si hoy hacéis las paces de una bastarda vez.
               -Gracias, tío.
               -No hay de que, ya sabéis que yo soy el indispensable del grupo y que sin mi todo se iría a la mierda –Nacho sonrió y recordó como en uno de los primeros días de ensayo, nació ese título para Isma. El día anterior, Ángel había visto en una serie de televisión, que en todo grupo siempre hay un líder, un colíder, un guapo, un listo, una chica y un imprescindible. Por supuesto, el título de indispensable fue otorgado a Isma, ya que cuando él faltaba en un lugar el ambiente no era lo mismo. Él hacía que cualquier parte en el que estuviese fuese mucho más divertido de lo que era, por ejemplo, los viernes la primera hora de clase de matemáticas, sería insufrible para Nacho, Guillermo y Ángel si no fuese por Isma, que con sus comentarios, gestos y caras, se hacían mucho menos aburridas y más amenas; se echaba mucho en falta los días en que el chico faltaba.
               El resto de los títulos también se repartieron; Guillermo se autoproclamó el guapo –aunque el resto le intentase convencer que el título más indicado para él era el de la chica- y Nacho y Ángel se enfrentaron cómicamente por el título de líder y colíder.- Por cierto, ¿Sabes que Valentina quiere tener un bebé?
               -¿Tan pronto? –Preguntó Nacho sorprendido.
               -¿Qué? No claro que no. Bueno, espero.
               -¿Entonces?
               -Joder, creo que el problema está claro. Que dentro de unos años quiere tener un bebé, ¡Un bebé! ¿Tú sabes lo que es eso?
               -Macho, tampoco es tan malo –indicó Nacho instantes después de levantarse puesto que el bus ya se había detenido.- Un bebé da trabajo, pero creo que es muy bonito tenerlo.
               -Bah, mariconadas –desarrugándose su camiseta de Black Ice de ACDC se levantó y acompañado de Nacho y del resto de niños que iban en el bus, bajó por las escaleras del autocar que conducían al exterior. Se colocó su chupa de cuero para no pasar frío y se acomodó su gorro de Iron Maiden sobre su corto y castaño pelo. Sus intensos y oscuros ojos posaron su mirada en su amigo y prosiguió.- Los bebes lloran, se cagan, se enfadan, huelen mal y lloran aun más. Son bastardamente pesados.
               Nacho negó con una sonrisa las palabras de su amigo mientras Natalia llegaba junto a él y le daba la mano a su hermano para entrar en el colegio: el Martín Códax. 
               Una escuela que nació en 1971 inspirada en la Institución Libre de la Enseñanza y en la tradición cultural gallega, la cual defendían a toda costa todos los profesores, intentando lavar los cerebros de todos los jóvenes estudiantes metiéndoles en la cabeza que el gallego era un idioma que no podía desaparecer y por eso tenían que hablarlo.
               Era un colegio que podía presumir sobradamente de ser uno de los más grandes de todo Vigo, con el limpio aire de las montañas y el molesto sonido de los aviones –sólo para los profesores- ya que el aeropuerto de Vigo, Peinador, se encontraba a escasos quinientos metros del colegio. Y no era la primera vez que un alumno tenía la absurda idea de planear una fuga del colegio para escaparse en un avión, pero pronto se daba cuenta que aquel plan no era muy bueno y que simplemente no tenía sentido.
               Los frondosos árboles de la entrada desprendían ese característico olor que te ayudaba a recordar que un día más habías entrado en el colegio para ser ametrallado con broncas y malas notas. Nacho sonrió a su hermana y observó que en Secretaria, estaban metiendo unos bidones de gasolina a saber para qué clase de planes terroristas. El edificio, hecho de madera con un tejado de ladrillo, daba la bienvenida a la escuela. En su interior residía una enorme fotocopiadora acompañada con toneladas de folios, documentos y carpetas que serían guardadas en un cajón para nunca más volver a ser vistas. Desde la ventana de Secretaría, Fernando, jefe de estudios y al mismo tiempo profesor de historia, saludó con un gesto de mano al chico. Nacho envió una sonrisa que resultó bastante forzada, a esas horas de la mañana no podía esbozar una sonrisa si de verdad no le salía del alma.
               A los pocos metros de la escuela, se encontraba la cuesta más empinada de todo el colegio donde más de un alumno había tenido la desafortunada oportunidad de romperse algún hueso, que conducía directamente al enorme campo de fútbol hecho en su totalidad por un cemento condenador que en verano desprendía un calor infernal y que durante los días más fríos de invierno, se congelaba y cada año, siempre había un niño que resbalando por aquel campo, se rompía un hueso. A su izquierda, durante la bajada, los escoltaba la Jaula, un campo de fútbol de arena que formaba parte del límite del colegio que conectaba con la carretera que conducía al aeropuerto. Dicho campo, decorado con la misma fila de árboles que continuaba a partir de la entrada que varias veces atrapaban los balones que en ellos caían, estaba rodeado en su totalidad por un enorme cuadrado de verjas –de ahí su nombre de la Jaula- con una única puerta en la zona de la cuestas. Este campo, era el techo del edificio que se encontraba debajo: el comedor, donde un par de días a la semana, los alumnos se quedaban a comer una comida odiaba por todos los chicos y que según los jóvenes y algunos profesores, era veneno puro.
               Terminaron de bajar la cuesta, cuando    Nacho se sorprendió al ver como su hermana le soltaba la mano.
               -Ya soy mayor, sé ir sola –dijo la pequeña con una gran sonrisa.
               -¿Ah si? ¿Tan mayor eres princesa? –Preguntó su hermano al tiempo que se detenían en el final de la cuesta al lado del punto de córner.
               -Pues si, ya tengo siete años y mucho –indicó Natalia muy orgullosa.
               -¿En serio enana? Genial, entonces ya puedes venir con nosotros a los conciertos -apuntó Isma sumándose a la conversación.
               -No quiero –contestó la niña molesta porque el amigo de Nacho la llamó enana. Ella ya no es pequeña, ya no tiene que dormir con la luz encendida.
               -¿Por qué no?
               -Pues porque vuestra música es molesta. Podíais llevarme a un concierto de Miley Cyrus.
               -Por los mismísimos testículos del Minotauro, espero que entonces Dios se apiade de nosotros –susurró el hermano mayor en una voz audible solo para su amigo.
               -Me voy –dijo Natalia dándose la vuelta y alejándose.
               -¿Ya te vas princesa? –Preguntó Nacho.- ¿No me das un besito?
               -No –contestó la niña sonriente y echándole la lengua. – Me voy a clase.

               -Bueno, pues nos vemos luego –susurró Nacho para sus adentros viendo como su hermana se alejaba y fue durante ese momento en el que tuvo un terrible presentimiento. La sensación de que nunca más la volvería a ver…

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