martes, 21 de enero de 2014

13.3
SIN SALIDA

Esa fue la oportunidad que el adolescente estaba esperando e intentó escapar. Pero el profesor, todavía agarraba con ansias la vestimenta del chico. Joder, ¿Es qué esos seres no sentían nada? Cualquier humano, con semejante golpe en la espalda contra el marco de esa puerta –mal acabada, en pésimo estado y completamente astillada-, se estaría retorciendo de dolor. Sin embargo aquel ser no mostraba sensación alguna de dolor.

No sentían, no morían. Máquinas perfectas de matar.
Nacho consiguió, tras agitarse violentamente, zafarse de las garras del monstruo. Rápidamente, aprovechó esa oportunidad y se deslizó hacia atrás a una velocidad vertiginosa, hasta ser frenado al chocar con la cabeza con la punta de un pesado mueble metálico.
El golpe lo aturdió viendo miles de puntitos de colores. Después, todo se había vuelto negro. Aquello era el fin, el jodido fin.
Unas manos lo agarraron y tiraron de él al tiempo que el estruendo del disparo le hacía estremecer aun más. Aquellas manos que le agarraban, lo alejaron de la entrada del cuartito y acto seguido, le abrazaron. Todavía con los ojos medio borrosos, pudo adivinar que Zoey era la que le estaba abrazando y al mismo tiempo, estaba saboreando un sentimiento que nunca antes había sentido: el de saber que todavía estaba vivo.
-Tranquilo –le susurró Zoey al oído.- Ya ha pasado todo.
-¡Todavía no! –Gritó Isma
El No-Muerto que acababa de recibir un disparo en la mandíbula, aun no se había rendido y enloquecido y lleno de ira, buscaba la revancha. Se levantó y con la mandíbula medio desconfigurada, emitió un espeluznante gemido.
-¡Dios!, ¿No se suponía que si les disparabas a la cabeza, los matabas? –Preguntó Ángel desesperado mientras apuntaba al ser que ahora iba directamente a él con los brazos extendidos.
-¡A la cabeza!, ¡Apunta al cerebro, en la frente! –Gritó Nacho jadeando, intentando recuperarse del ataque.
Ángel asintió varias veces nervioso, dando a entender que y había comprendido a donde debía disparar. De nuevo, alzó la Glock y disparó. La caliente bala hizo impacto en la blanca pared, había fallado. Empapado en sudor, rectificó y apuntando mejor, abrió fuego dos veces seguidas.
El profesor cayó al suelo y como por arte de magia, dejó de moverse. El cadáver quedó tumbado en una posición totalmente natural, como si tan solo estuviese dormido, cerca de la entrada del cuarto, dejando un charco de sangre a su alrededor.
Ángel fue asaltado por unas arcadas que remataron en vómito. Acababa de matar a una persona. Eso era delito ¿No? No, ya no. El chico disparó porque aquel esquizofrénico les estaba intentando matar. Aquello le alivió más o menos, él no era culpable.
Mientras, Nacho todavía respiraba entrecortadamente mientras con sus manos, palpaba cada centímetro de su hombro al cuello, intentando encontrar su herida. Pero no la halló por el mero hecho de que el No-Muerto, no le había llegado a morder carne. Lo único que aquel ser había arrancado, fue la mitad de la capucha y cuello de la sudadera. Y el líquido que había sentido era la sangre coagulada que el profesor tenía acumulada en la boca.
Respiró todo lo aliviado que pudo, ya que en una situación como esa, uno no alcanzaba a relajarse del todo.
Esos cuatro disparos, habían sido como un detonador. Los golpes en la puerta de los No-Muertos, se habían multiplicado.
Y es que en realidad, a menos de dos metros, al otro lado de la puerta, más de treinta muertos, reclamaban incansables a sus presas.
Y tarde o temprano, las atraparían.
Sin embargo, Nacho sin llegar a aceptarla, con un último esfuerzo, consiguió rodar sobre su cadera hacia la izquierda y de este modo, conseguir que el cuerpo del monstruo impactase contra el marco de la puerta.
Esa fue la oportunidad que el adolescente estaba esperando e intentó escapar. Pero el profesor, todavía agarraba con ansias la vestimenta del chico. Joder, ¿Es qué esos seres no sentían nada? Cualquier humano, con semejante golpe en la espalda contra el marco de esa puerta –mal acabada, en pésimo estado y completamente astillada-, se estaría retorciendo de dolor. Sin embargo aquel ser no mostraba sensación alguna de dolor.
No sentían, no morían. Máquinas perfectas de matar.
Nacho consiguió, tras agitarse violentamente, zafarse de las garras del monstruo. Rápidamente, aprovechó esa oportunidad y se deslizó hacia atrás a una velocidad vertiginosa, hasta ser frenado al chocar con la cabeza con la punta de un pesado mueble metálico.
El golpe lo aturdió viendo miles de puntitos de colores. Después, todo se había vuelto negro. Aquello era el fin, el jodido fin.
Unas manos lo agarraron y tiraron de él al tiempo que el estruendo del disparo le hacía estremecer aun más. Aquellas manos que le agarraban, lo alejaron de la entrada del cuartito y acto seguido, le abrazaron. Todavía con los ojos medio borrosos, pudo adivinar que Zoey era la que le estaba abrazando y al mismo tiempo, estaba saboreando un sentimiento que nunca antes había sentido: el de saber que todavía estaba vivo.
-Tranquilo –le susurró Zoey al oído.- Ya ha pasado todo.
-¡Todavía no! –Gritó Isma
El No-Muerto que acababa de recibir un disparo en la mandíbula, aun no se había rendido y enloquecido y lleno de ira, buscaba la revancha. Se levantó y con la mandíbula medio desconfigurada, emitió un espeluznante gemido.
-¡Dios!, ¿No se suponía que si les disparabas a la cabeza, los matabas? –Preguntó Ángel desesperado mientras apuntaba al ser que ahora iba directamente a él con los brazos extendidos.
-¡A la cabeza!, ¡Apunta al cerebro, en la frente! –Gritó Nacho jadeando, intentando recuperarse del ataque.
Ángel asintió varias veces nervioso, dando a entender que y había comprendido a donde debía disparar. De nuevo, alzó la Glock y disparó. La caliente bala hizo impacto en la blanca pared, había fallado. Empapado en sudor, rectificó y apuntando mejor, abrió fuego dos veces seguidas.
El profesor cayó al suelo y como por arte de magia, dejó de moverse. El cadáver quedó tumbado en una posición totalmente natural, como si tan solo estuviese dormido, cerca de la entrada del cuarto, dejando un charco de sangre a su alrededor.
Ángel fue asaltado por unas arcadas que remataron en vómito. Acababa de matar a una persona. Eso era delito ¿No? No, ya no. El chico disparó porque aquel esquizofrénico les estaba intentando matar. Aquello le alivió más o menos, él no era culpable.
Mientras, Nacho todavía respiraba entrecortadamente mientras con sus manos, palpaba cada centímetro de su hombro al cuello, intentando encontrar su herida. Pero no la halló por el mero hecho de que el No-Muerto, no le había llegado a morder carne. Lo único que aquel ser había arrancado, fue la mitad de la capucha y cuello de la sudadera. Y el líquido que había sentido era la sangre coagulada que el profesor tenía acumulada en la boca.
Respiró todo lo aliviado que pudo, ya que en una situación como esa, uno no alcanzaba a relajarse del todo.
Esos cuatro disparos, habían sido como un detonador. Los golpes en la puerta de los No-Muertos, se habían multiplicado.
Y es que en realidad, a menos de dos metros, al otro lado de la puerta, más de treinta muertos, reclamaban incansables a sus presas.

Y tarde o temprano, las atraparían.

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