13.3
SIN SALIDA
Esa fue la oportunidad que el adolescente estaba esperando e intentó escapar. Pero el
profesor, todavía agarraba con ansias la vestimenta del chico. Joder, ¿Es qué
esos seres no sentían nada? Cualquier humano, con semejante golpe en la espalda
contra el marco de esa puerta –mal acabada, en pésimo estado y completamente
astillada-, se estaría retorciendo de dolor. Sin embargo aquel ser no mostraba
sensación alguna de dolor.
No sentían, no
morían. Máquinas perfectas de matar.
Nacho
consiguió, tras agitarse violentamente, zafarse de las garras del monstruo.
Rápidamente, aprovechó esa oportunidad y se deslizó hacia atrás a una velocidad
vertiginosa, hasta ser frenado al chocar con la cabeza con la punta de un
pesado mueble metálico.
El golpe lo
aturdió viendo miles de puntitos de colores. Después, todo se había vuelto
negro. Aquello era el fin, el jodido fin.
Unas manos lo
agarraron y tiraron de él al tiempo que el estruendo del disparo le hacía
estremecer aun más. Aquellas manos que le agarraban, lo alejaron de la entrada
del cuartito y acto seguido, le abrazaron. Todavía con los ojos medio borrosos,
pudo adivinar que Zoey era la que le estaba abrazando y al mismo tiempo, estaba
saboreando un sentimiento que nunca antes había sentido: el de saber que
todavía estaba vivo.
-Tranquilo –le
susurró Zoey al oído.- Ya ha pasado todo.
-¡Todavía no!
–Gritó Isma
El No-Muerto
que acababa de recibir un disparo en la mandíbula, aun no se había rendido y
enloquecido y lleno de ira, buscaba la revancha. Se levantó y con la mandíbula
medio desconfigurada, emitió un espeluznante gemido.
-¡Dios!, ¿No
se suponía que si les disparabas a la cabeza, los matabas? –Preguntó Ángel
desesperado mientras apuntaba al ser que ahora iba directamente a él con los
brazos extendidos.
-¡A la
cabeza!, ¡Apunta al cerebro, en la frente! –Gritó Nacho jadeando, intentando
recuperarse del ataque.
Ángel asintió
varias veces nervioso, dando a entender que y había comprendido a donde debía
disparar. De nuevo, alzó la Glock y disparó. La caliente bala hizo impacto en
la blanca pared, había fallado. Empapado en sudor, rectificó y apuntando mejor,
abrió fuego dos veces seguidas.
El profesor
cayó al suelo y como por arte de magia, dejó de moverse. El cadáver quedó
tumbado en una posición totalmente natural, como si tan solo estuviese dormido,
cerca de la entrada del cuarto, dejando un charco de sangre a su alrededor.
Ángel fue
asaltado por unas arcadas que remataron en vómito. Acababa de matar a una
persona. Eso era delito ¿No? No, ya no. El chico disparó porque aquel
esquizofrénico les estaba intentando matar. Aquello le alivió más o menos, él
no era culpable.
Mientras,
Nacho todavía respiraba entrecortadamente mientras con sus manos, palpaba cada
centímetro de su hombro al cuello, intentando encontrar su herida. Pero no la
halló por el mero hecho de que el No-Muerto, no le había llegado a morder
carne. Lo único que aquel ser había arrancado, fue la mitad de la capucha y
cuello de la sudadera. Y el líquido que había sentido era la sangre coagulada
que el profesor tenía acumulada en la boca.
Respiró todo
lo aliviado que pudo, ya que en una situación como esa, uno no alcanzaba a
relajarse del todo.
Esos cuatro
disparos, habían sido como un detonador. Los golpes en la puerta de los
No-Muertos, se habían multiplicado.
Y es que en
realidad, a menos de dos metros, al otro lado de la puerta, más de treinta
muertos, reclamaban incansables a sus presas.
Y tarde o
temprano, las atraparían.
Sin embargo,
Nacho sin llegar a aceptarla, con un último esfuerzo, consiguió rodar sobre su
cadera hacia la izquierda y de este modo, conseguir que el cuerpo del monstruo
impactase contra el marco de la puerta.
Esa fue la
oportunidad que el adolescente estaba esperando e intentó escapar. Pero el
profesor, todavía agarraba con ansias la vestimenta del chico. Joder, ¿Es qué
esos seres no sentían nada? Cualquier humano, con semejante golpe en la espalda
contra el marco de esa puerta –mal acabada, en pésimo estado y completamente
astillada-, se estaría retorciendo de dolor. Sin embargo aquel ser no mostraba
sensación alguna de dolor.
No sentían, no
morían. Máquinas perfectas de matar.
Nacho
consiguió, tras agitarse violentamente, zafarse de las garras del monstruo.
Rápidamente, aprovechó esa oportunidad y se deslizó hacia atrás a una velocidad
vertiginosa, hasta ser frenado al chocar con la cabeza con la punta de un
pesado mueble metálico.
El golpe lo
aturdió viendo miles de puntitos de colores. Después, todo se había vuelto
negro. Aquello era el fin, el jodido fin.
Unas manos lo
agarraron y tiraron de él al tiempo que el estruendo del disparo le hacía
estremecer aun más. Aquellas manos que le agarraban, lo alejaron de la entrada
del cuartito y acto seguido, le abrazaron. Todavía con los ojos medio borrosos,
pudo adivinar que Zoey era la que le estaba abrazando y al mismo tiempo, estaba
saboreando un sentimiento que nunca antes había sentido: el de saber que
todavía estaba vivo.
-Tranquilo –le
susurró Zoey al oído.- Ya ha pasado todo.
-¡Todavía no!
–Gritó Isma
El No-Muerto
que acababa de recibir un disparo en la mandíbula, aun no se había rendido y
enloquecido y lleno de ira, buscaba la revancha. Se levantó y con la mandíbula
medio desconfigurada, emitió un espeluznante gemido.
-¡Dios!, ¿No
se suponía que si les disparabas a la cabeza, los matabas? –Preguntó Ángel
desesperado mientras apuntaba al ser que ahora iba directamente a él con los
brazos extendidos.
-¡A la
cabeza!, ¡Apunta al cerebro, en la frente! –Gritó Nacho jadeando, intentando
recuperarse del ataque.
Ángel asintió
varias veces nervioso, dando a entender que y había comprendido a donde debía
disparar. De nuevo, alzó la Glock y disparó. La caliente bala hizo impacto en
la blanca pared, había fallado. Empapado en sudor, rectificó y apuntando mejor,
abrió fuego dos veces seguidas.
El profesor
cayó al suelo y como por arte de magia, dejó de moverse. El cadáver quedó
tumbado en una posición totalmente natural, como si tan solo estuviese dormido,
cerca de la entrada del cuarto, dejando un charco de sangre a su alrededor.
Ángel fue
asaltado por unas arcadas que remataron en vómito. Acababa de matar a una
persona. Eso era delito ¿No? No, ya no. El chico disparó porque aquel
esquizofrénico les estaba intentando matar. Aquello le alivió más o menos, él
no era culpable.
Mientras,
Nacho todavía respiraba entrecortadamente mientras con sus manos, palpaba cada
centímetro de su hombro al cuello, intentando encontrar su herida. Pero no la
halló por el mero hecho de que el No-Muerto, no le había llegado a morder
carne. Lo único que aquel ser había arrancado, fue la mitad de la capucha y
cuello de la sudadera. Y el líquido que había sentido era la sangre coagulada
que el profesor tenía acumulada en la boca.
Respiró todo
lo aliviado que pudo, ya que en una situación como esa, uno no alcanzaba a
relajarse del todo.
Esos cuatro
disparos, habían sido como un detonador. Los golpes en la puerta de los
No-Muertos, se habían multiplicado.
Y es que en
realidad, a menos de dos metros, al otro lado de la puerta, más de treinta
muertos, reclamaban incansables a sus presas.
Y tarde o
temprano, las atraparían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario