domingo, 5 de mayo de 2013


2
PRESAGIO DE TORMENTA

Nacho le tendió la mano a su hermana y esta, con delicadeza y suavidad se la tomó con la suya. Los dos se sonrieron y cuando el semáforo se puso verde para los peatones, cruzaron.
Anduvieron un poco por las callejuelas del barrio hasta llegar a la parada de bus y refugiarse en la marquesina de ese cielo que avecinaba fuerte lluvia.
-¿Qué tal dormiste, princesa? –Preguntó Nacho haciéndole cosquillas en la barriga a su hermana.
-Muy bien –contestó ella entre euforia y risas intentándose escapar inútilmente de la mano cazadora que no paraba de hacerle cosquillas.- Pero mientras dormía, me despertaste –dijo ahora poniendo morros para demostrar que se hacía la enfadada, aunque no le duró mucho, pues volvió a estallar en risas.
-¿Yo? –preguntó Nacho arqueando una ceja mientras intentaba recordar que había sucedido.- ¿Cuándo?
-No se, gritaste “abuela”, me despertaste –respondió Natalia encogiéndose de hombros mientras tomaba asiento en el banco de la parada.- ¿Hablaste con ella?
-No, ayer me acosté más o menos temprano después de hablar por el tuenti y nadie me llamó –explicó su hermano a modo de respuesta. Pero no pudo evitar pensar en las palabras que hace escasos segundos, su hermana dijo.- Abuela… -susurró Nacho mientras él también tomaba asiento al lado de su hermana cuando las primeras gotas de lluvia empezaban a caer.
A decir verdad, ¿Qué había echo antes de dormirse? Recuerda que estuvo viendo fotos y hablando con su amigo Ángel y luego… Tenía los siguientes momentos en mente bastante borrosos, ¿Qué había sucedido?
Nada más esconderse, la lluvia empezó a caer más fuerte, creando una gran cortina de agua.
-Jopetas, como llueve –refunfuñó Natalia con la vista fija en las gotas que no paraban de caer y caer.- Papá dice que cuando llueve así es porque alguien está muy triste y no para de llorar.
-Puede ser, princesa –El adolescente desvió la mirada a su hermana y vio como esta, con una gran sonrisa que dejaba al aire los huecos que le faltan de los dientes que le habían caído, se la devolvía. Sus ojos azules rebosantes de felicidad le miraban alegremente mientras algún que otro cabello rubio y revuelto le caía por la cara.- Puede ser.
Durante unos minutos en el que el chaparrón fue aminorando, los dos permanecieron en silencio. Nacho dejó volar su imaginación hasta esa mañana, en la que se despertó y sin muchas ganas se fue a desayunar, a lavar los dientes y a ducharse. Después, bastante dormido pero aun nervioso por el día que se avecinaba, empezó a vestirse y su padre entró en la habitación.
-Buenos días, hijo –la voz de su padre sonó triste y melancólica, un tanto cansada. Nacho acabó de ponerse su camiseta de The trooper y se volvió para hablar con su padre, pero se sorprendió mucho al ver el rostro de este. Ojos rojos e hinchados, resultado de estar tantos días sin dormir y ¿Llorando?, grandes y remarcadas ojeras que resaltaban sobre su pálido rostro que empezó a tener días atrás. Pero lo que más le sorprendió, fue una herida que recorría el pómulo derecho hasta la boca, donde se apreciaban cortes más pequeños pero quizás aun más profundos.
-Dios mío, papá ¿Qué te ha ocurrido?
-Nacho, escúchame hijo. Me tienes que prometer una cosa, ¿Me escuchas?
-Si, claro. Pero ¿Qué pasa?
-Se avecina tormenta, Nacho. Una tormenta que descargará su odio en la Tierra pero que es necesaria.
-Papá, ¿A qué te refieres?
-Es necesaria, hijo, es necesaria. Pero aunque la tormenta sea fuerte, has de ser valiente, no puedes asustarte. Me lo tienes que prometer.
-Pero papá, ¿Qué es lo que te tengo que prometer?, ¿Cómo te has hecho esas heridas?, ¿Mamá lo sabe?
-Cuando la tormenta estalle, ya no habrá vuelta atrás. Tú, tu madre, Natalia y… –Nacho advirtió que una lágrima emanaba del ojo de su padre, pero este, con agilidad se la secó.- Me tienes que prometer que pase lo que pase…
Un tirón del abrigo hizo que Nacho volviese a la realidad, su hermana de ocho años, estaba intentando llamar su atención para, como Nacho intuía, asaltarle con una difícil pregunta.
-Nacho, ¿Qué es el secso?
-¿Cómo dices? –Preguntó Nacho un tanto desconcertado al creer que no había escuchado bien la pregunta formulada por Natalia.
-Si, sordo –Contestó la niña cruzando los brazos y poniendo morros simulando estar enfadada.- Ayer en el cole, escuché a los mayores hablar de que querían segso. Según ellos, es muy bueno, parecían muy felices hablando de ello. Yo quiero uno, ¿Qué es?
-Bueno, pues verás… Empezó a decir Nacho en busca de una respuesta para su hermana, ¿De verdad estaba teniendo esa conversación con ella?- El sexo, es algo que se consigue y se hace cuando dos personas; un chico y una chica, se quieren mucho.
-Que bien, entonces ¿Tú y yo podemos tener segso? –Nacho arqueó las cejas sobresaltado por la nueva pregunta. Escuchó una risilla a su izquierda y mirando con el rabillo del ojo averiguó a un señor de unos cuarenta y con una barriga de esas que llaman cerveceras, que con un periódico en la mano escuchaba sonriente la conversación que estaban teniendo los hermanos.
-Pues lo siento, princesa, pero los hermanos no pueden tener sexo –contestó el chico esperando a que su hermana disparase con la siguiente pregunta.
-Jo, pues que injusticia –respondió Natalia inflando aun más los morros.- Nosotros dos nos queremos, ¿Porqué no podemos tenerlo?
-Pues porque… -Nacho se calló un instante para pensarse la respuesta y terminar con aquella extraña conversación que entablaba con su hermana menor de ocho años.- Porque si tenemos sexo, la policía nos buscaría y nos llevaría a la cárcel y tú no quieres ir a la cárcel tan joven ¿Verdad?
-Jo, entonces no quiero tener segso contigo –Terminó por decir la pequeña mirando a su hermano con los brazos cruzados. Nacho con una sonrisa al ver que la conversación había por fin terminado, le revolvió los rubios y rizados cabellos a su hermana y se quedó mirando sus jóvenes y alegres ojos azules como el agua cristalina de un paisaje idealizado. Eran ojos serenos e inocentes, que acompañados siempre de una sonrisa infantil, hablaban por si solos. Bueno, infantil ya no, se corrigió Nacho. Según su hermana, ella ya había madurado, ya no llevaba braguitas de conejos.
Siempre se dice que los hermanos se llevan mal y más si son chico y chica pero Nacho, hacía tiempo que había negado esa idea, puesto que él y su hermana de ocho años, se llevaban de lujo, rara vez era la que se enfadaban y en esos momentos en el que la adolescencia de Nacho no iba por el mejor camino, Natalia era un gran apoyo.
Durante esos instantes en el que la observaba, se prometió a si mismo que pasase lo que pasase, nunca se la arrebatarían.
Se equivocaba.

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