miércoles, 4 de septiembre de 2013

9
EN LA OSCURA SOLEDAD

En su clase ya no quedaba nadie más vivo. De veintisiete alumnos solo sobrevivieron tres. Ellos tres.
               Nacho se levantó del pequeño círculo que los tres tenían formado e intentando evitar mirar a los demás compañeros, se quitó el abrigo dejando al descubierto su negra sudadera de Rocky Balboa. Lo dejó en la mesa, tapando el cuerpo de Guillermo con él.
               -¿Qué haces? –preguntó Ángel sin muchas ganas.
               -Voy a la clase de al lado, la de 4ºB para ver si allí queda alguien.
               -¿Te marchas?
               -Venid conmigo, quedaros aquí no va a arreglar nada –Nacho sabía que parecía arrogante. Pero no tenía otra opción que jugar ese papel. Tenía que hacer que Zoey y Ángel reaccionasen. Quedarse durante más tiempo en esa clase no iba a hacer más que aumentar la depresión de todos.- Vamos, levantaos y acompañadme.
               Ángel lo miró, durante unos segundos pensó que si su amigo no tenía corazón, que la muerte de todos sus antiguos compañeros no había significado nada. Pero pronto se dio cuenta de que lo que en realidad quería Nacho, es que reaccionasen.
               Pero aun así no era nada sencillo. Querer reaccionar era una cosa, que la mente ayudase en esa difícil tarea era otra. Durante otro par de minutos, los tres permanecieron en silencio. Nacho esperando a que sus amigos reaccionasen. Ángel intentando que su cuerpo reanudase a moverse de nuevo y Zoey estaba tiesa, pálida, con una mirada perdida. Ver a su amiga, bastó para que Ángel consiguiese que su cuerpo le obedeciese. Si continuaban allí unos minutos más, quizás la mente de Zoey no pudiese soportarlo.
               -Tienes razón, Baquetas, hay que buscar algún superviviente más. No podemos quedar solo nosotros.
               Ángel también se levantó y se colocó cerca de Nacho, preparados para salir al exterior y ver si todavía quedaba alguien más. Estaban listos para salir, pero Zoey no. Seguía acurrucada en el suelo, llorando en silencio. Nacho la miró y posando su mano en su hombro le dijo en un suave susurro:
               -Zoey, hay que ir a clase de historia. Allí averiguaremos si hay alguien. Aquí ya no queda nada que podamos salvar…
               Pero la adolescente no contestó, con la mirada ausente al cadáver de su mejor amiga, Silvia, no podía más que temblar de miedo. Durante los últimos quince o veinte minutos, sus vidas habían sufrido un giro total; Nacho, Ángel y Zoe habían experimentado un dolor inimaginable en tan solo unos segundos. Nacho, lo estaba intentando superar al igual que Ángel, pero Zoey no, no era capaz. Ella era débil.
               -¿Qué ha provocado todo esto? –Preguntó Zoey todavía con la mirada perdida. Durante los diez minutos que habían estado los tres llorando en silencio, esa pregunta había rondado por sus cabezas. Pero no se habían atrevido a pronunciar las palabras. Porque los tres sabían, que no tenían la respuesta.
               -No lo se, quizás un virus o una infección.
               -¿Qué clase de virus es tan letal que puede matar veinticinco personas en menos de un par de minutos?
               -Ni idea –contestó Ángel negando con la cabeza. Nacho miró a su amigo. Él tampoco tenía una respuesta.
               -Yo no soy católica, pero ¿Creéis que se trata de algún castigo religioso?
               -No, por supuesto que no –afirmó totalmente convencido Nacho.- Ahora vámonos, yo te ayudo a levantarte –Nacho ayudó a Zoey a ponerse en pie. A la joven le temblaban las piernas como si fuesen gelatina. Pero Nacho tenía razón, quedarse en esa clase no iba a servir de nada. Estaba decidido, irían a la clase de historia para ver si allí había algún superviviente.
              
               Fue un camino corto, doce o trece pasos era la distancia que separaban las dos clases. Pero cuando salieron y vieron a la alumna de 4ºB que minutos antes Nacho ya había visto, Zoey volvió a romper en sollozos. Ángel no pudo continuar viendo a su antigua compañera de otra clase y apartó la mirada.
               -Esto no significa nada –dijo Nacho en un susurro.- Que ella haya muerto no significa que toda la clase haya fallecido.
               Ángel lo miró y Nacho intentó disimular su preocupación. ¡No!, se negaba totalmente a la idea de que ese virus o infección o castigo divino o lo que fuese, hubiese hecho que ellos tres fuesen los únicos supervivientes. Era imposible, totalmente imposible. Llegaron hasta la puerta que estaba cerrada. Curioso, si aquella niña había salido de la clase, ¿Porqué habría cerrado la puerta? La respuesta era simple y sencilla, no quería ver más el dolor de todos los compañeros que morían en una terrible y angustiada muerte. Él había hecho más lo menos lo mismo.
               Adelantó una temblorosa mano y giró el dorado pomo de la puerta. Unos segundos que parecieron una eternidad fue el tiempo que Nacho tardó en abrir la puerta.
               La desarrimó.  

               Lo que había al otro lado lo aterrorizó. 

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