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EN LA OSCURA SOLEDAD
En su clase ya no quedaba nadie
más vivo. De veintisiete alumnos solo sobrevivieron tres. Ellos tres.
Nacho
se levantó del pequeño círculo que los tres tenían formado e intentando evitar
mirar a los demás compañeros, se quitó el abrigo dejando al descubierto su negra
sudadera de Rocky Balboa. Lo dejó en
la mesa, tapando el cuerpo de Guillermo con él.
-¿Qué
haces? –preguntó Ángel sin muchas ganas.
-Voy
a la clase de al lado, la de 4ºB para ver si allí queda alguien.
-¿Te
marchas?
-Venid
conmigo, quedaros aquí no va a arreglar nada –Nacho sabía que parecía
arrogante. Pero no tenía otra opción que jugar ese papel. Tenía que hacer que
Zoey y Ángel reaccionasen. Quedarse durante más tiempo en esa clase no iba a
hacer más que aumentar la depresión de todos.- Vamos, levantaos y acompañadme.
Ángel
lo miró, durante unos segundos pensó que si su amigo no tenía corazón, que la
muerte de todos sus antiguos compañeros no había significado nada. Pero pronto
se dio cuenta de que lo que en realidad quería Nacho, es que reaccionasen.
Pero
aun así no era nada sencillo. Querer reaccionar era una cosa, que la mente
ayudase en esa difícil tarea era otra. Durante otro par de minutos, los tres
permanecieron en silencio. Nacho esperando a que sus amigos reaccionasen. Ángel
intentando que su cuerpo reanudase a moverse de nuevo y Zoey estaba tiesa,
pálida, con una mirada perdida. Ver a su amiga, bastó para que Ángel
consiguiese que su cuerpo le obedeciese. Si continuaban allí unos minutos más,
quizás la mente de Zoey no pudiese soportarlo.
-Tienes
razón, Baquetas, hay que buscar algún superviviente más. No podemos quedar solo
nosotros.
Ángel
también se levantó y se colocó cerca de Nacho, preparados para salir al
exterior y ver si todavía quedaba alguien más. Estaban listos para salir, pero
Zoey no. Seguía acurrucada en el suelo, llorando en silencio. Nacho la miró y
posando su mano en su hombro le dijo en un suave susurro:
-Zoey,
hay que ir a clase de historia. Allí averiguaremos si hay alguien. Aquí ya no
queda nada que podamos salvar…
Pero
la adolescente no contestó, con la mirada ausente al cadáver de su mejor amiga,
Silvia, no podía más que temblar de miedo. Durante los últimos quince o veinte
minutos, sus vidas habían sufrido un giro total; Nacho, Ángel y Zoe habían
experimentado un dolor inimaginable en tan solo unos segundos. Nacho, lo estaba
intentando superar al igual que Ángel, pero Zoey no, no era capaz. Ella era
débil.
-¿Qué
ha provocado todo esto? –Preguntó Zoey todavía con la mirada perdida. Durante
los diez minutos que habían estado los tres llorando en silencio, esa pregunta
había rondado por sus cabezas. Pero no se habían atrevido a pronunciar las
palabras. Porque los tres sabían, que no tenían la respuesta.
-No
lo se, quizás un virus o una infección.
-¿Qué
clase de virus es tan letal que puede matar veinticinco personas en menos de un
par de minutos?
-Ni
idea –contestó Ángel negando con la cabeza. Nacho miró a su amigo. Él tampoco
tenía una respuesta.
-Yo
no soy católica, pero ¿Creéis que se trata de algún castigo religioso?
-No,
por supuesto que no –afirmó totalmente convencido Nacho.- Ahora vámonos, yo te
ayudo a levantarte –Nacho ayudó a Zoey a ponerse en pie. A la joven le
temblaban las piernas como si fuesen gelatina. Pero Nacho tenía razón, quedarse
en esa clase no iba a servir de nada. Estaba decidido, irían a la clase de
historia para ver si allí había algún superviviente.
Fue
un camino corto, doce o trece pasos era la distancia que separaban las dos
clases. Pero cuando salieron y vieron a la alumna de 4ºB que minutos antes
Nacho ya había visto, Zoey volvió a romper en sollozos. Ángel no pudo continuar
viendo a su antigua compañera de otra clase y apartó la mirada.
-Esto
no significa nada –dijo Nacho en un susurro.- Que ella haya muerto no significa
que toda la clase haya fallecido.
Ángel
lo miró y Nacho intentó disimular su preocupación. ¡No!, se negaba totalmente a
la idea de que ese virus o infección o castigo divino o lo que fuese, hubiese
hecho que ellos tres fuesen los únicos supervivientes. Era imposible,
totalmente imposible. Llegaron hasta la puerta que estaba cerrada. Curioso, si
aquella niña había salido de la clase, ¿Porqué habría cerrado la puerta? La
respuesta era simple y sencilla, no quería ver más el dolor de todos los
compañeros que morían en una terrible y angustiada muerte. Él había hecho más
lo menos lo mismo.
Adelantó
una temblorosa mano y giró el dorado pomo de la puerta. Unos segundos que
parecieron una eternidad fue el tiempo que Nacho tardó en abrir la puerta.
La
desarrimó.
Lo
que había al otro lado lo aterrorizó.
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