viernes, 11 de octubre de 2013

11.2
…LOS MUERTOS CAMINARÁN SOBRE LA TIERRA

-¡JODER GAEL! ¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?! –Preguntó Paula totalmente histérica. La joven estaba perdiendo la cabeza, bueno, como todos los que estaban presenciando aquella macabra escena venida de la más terrorífica película de terror.
Gael, que estaba a punto de llevarse a la boca una pequeña porción de hígado –o lo que quedaba de él-, se detuvo y lentamente, volvió la cabeza hasta el histérico, conmocionado y repugnado público y entonces vio al pequeño grupo –en realidad, nunca supieron si los vio o simplemente los sintió como sus presas-. La mirada de Nacho no pudo hacer otra cosa que clavarse en la de Gael. Ojos vidriosos y ensangrentados, miraban con odio a los espectadores, pero sobre todo, eran ojos de un muerto, de un muerto que había vuelto a la vida. Irónico pero real, joder si lo era.
Las venas y los vasos sanguíneos que antes se le habían empezado a hinchar, ahora los tenía a punto de reventar resaltando sobre su piel pálida de un color grisáceo. Abrió la boca y de ella volvió a emanar un gemido como el anterior, posiblemente, esta vez más escalofriante, pues iba dirigido a ellos.
Con movimientos torpes pero sobre todo ansiosos, logró incorporarse tambaleante. Dio un par de traspiés antes de poner rumbo fijo a sus presas. El nuevo caminar de Gael era un paso lento y poco coordinado, como si estuviese bebido. Su arrastre de pies acompañado de algún leve gemido, consiguió poner a todos los pelos de punta y helar la sangre hasta al mismo agente que empezaba a entrar en acción.
-¡Te lo repito por última vez, chaval!, ¡Si no te detienes, me obligarás a abrir fuego! –rugió el policía ahogado en sudor y desesperación. Cargó la glock y sin dejar de apuntar al pecho del chico, dio una última advertencia.- ¡No te acerques más!, ¡DISPARO!
El sonido del arma disparando, resonó en toda la habitación dañando los tímpanos de los jóvenes, acompañado del brinco de todos y del grito de Paula y Zoey. La bala hizo impacto en el muslo de Gael, de donde empezó a surgir una amapola de sangre. Pero el chico no se inmutó, con su caminar lento pero decidido, continuaba acercándose al agente. El policía dudo un instante entre confusión y miedo, pero con los ojos enrojecidos apuntó y disparó al pecho del alumno. El impacto hizo retroceder un par de pasos a Gael que, sin detenerse, continuó.
El agente negaba con la cabeza aquella situación. Le acababa de meter un tiro en el pecho, ¡En el corazón! Ningún hombre sobrevive a un disparo en ese órgano. Aquello rompía cualquier esquema científico-biológico.
Un nuevo disparo impactó en el estómago del homosexual, pero de nuevo, sin vacilar, el chico continuó su camino.
-¡Joder! ¡Esto no tiene jodido sentido! –Gritó el policía perdido de los nervios. Si aun no tuvieron suficiente con la repentina muerte de la práctica totalidad del colegio, ahora se tenían que enfrentar a niños inmortales. A niños muertos inmortales, se corrigió el agente.
Un nuevo gemido lo despertó de su confusión y poniendo todo su empeño en acabar con aquel “ser” inmortal, comenzó a apretar el gatillo sin soltarlo. Una tormenta de disparos fue lo que vino a continuación. Tapándose los oídos, los adolescentes observaban con lágrimas y atónitos aquella escena surrealista. 9 balas impactaron en distintas partes del cuerpo de Gael; tres en el pecho, una en plena mandíbula, dos en el estómago y cuatro en las piernas.
Y como obra del mismo diablo, Gael seguía caminando, envuelto en un cuerpo bañado de heridas que expulsaban cataratas de sangre roja.
El agente cesó de disparar, con los ojos más abiertos que Nacho nunca hubiese visto antes, el policía observaba estupefacto, como a menos de un metro el chico seguía avanzando y se abalanzaba sobre él.

El agente cayó al suelo ante el peso del chico y se encontró cara a cara con el repugnante rostro de Gael. Antes de que el policía pudiese hacer algo, el chico se echó sobre su cuello pero el agente, consiguió poner el brazo en la boca de Gael para evitar el mordisco. Sin embargo, aquel movimiento tampoco fue la mejor opción, ya que el adolescente mordió el brazo del policía y arrancó un gran trozo de carne. El policía soltó un alarido mientras con horror, observaba como su brazo se teñía entero de rojo. El supuesto muerto, le agarró con una pálida mano la chaqueta y de nuevo se abalanzó contra su cuello. El policía asustado, cerró los ojos al reconocer su muerte y esperó el mordisco y con él el dolor. 

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