11.3
…LOS MUERTOS CAMINARÁN SOBRE LA TIERRA
Pero Gael no
consiguió morder al agente ya que Nacho y Ángel consiguieron reaccionar a
tiempo y con un salvaje placaje, liberaron al policía de las garras del
caníbal. Pero de nuevo, el homosexual se levantó y con un vago gruñido sordo se
abalanzó una vez más contra sus presas, pero esta vez contra un inmóvil Ángel.
Por suerte, el
agente consiguió reaccionar a tiempo y se interpuso entre los dos. Cuando tenía
al supuesto muerto delante de él apretó sin vacilar el gatillo una última vez.
Del cañón, situado a menos de treinta centímetros de la cabeza de Gael, salió
una caliente bala que impactó en el rostro del joven.
Entre ceja y
ceja del adolescente, apareció una flor roja que comenzó a sangrar. Con fuerza,
cayó hacia atrás y se derrumbo sobre una silla que había a su espalda, donde
definitivamente dejó de moverse.
Fueron unos
segundos eternos los que sucedieron. La habitación con olor a sangre y pólvora,
permanecía en silencio. Temblando por la mezcla del miedo y del dolor de la
herida del brazo, el policía se acercó a Gael con precaución y le propino una
patada en la cara. El caníbal estaba definitivamente muerto.
Pero no hubo
tiempo para descansar, pues a continuación, sucedieron demasiadas cosas al
mismo tiempo.
Nacho estaba
observando el cadáver de Gael cuando por el rabillo del ojo, vio una sombra
tambalearse torpemente a su derecha. Rápidamente se giró y dio la voz de alarma
alejándose aterrorizado de lo que antes había sido un compañero suyo de 4º.
Aquella situación estaba acabando con su juicio.
El policía
reaccionó rápido y apuntó al corazón del chico y disparó. Pero el adolescente
–si se le podía denominar así-, se incorporó de nuevo, como si aquel balazo no
hubiera sido más que cosquillas.
¿Pero qué coño
estaba sucediendo? ¿Es que esos chicos que murieron eran inmortales?
El agente,
realmente asustado, apuntó a la cabeza del chico y sin vacilar, disparó. La
frente del chico se abrió y como plomo, cayó al suelo. Sin volver a intentarse
levantar.
-¡Ahí viene
otro! –gritó Isma señalando a una chica de pelo rubio, alta y delgada,
extremadamente delgada y con una mirada perdida. Nacho se ahogó en sus ojos,
muertos, rematadamente muertos.
El policía se
volvió y tembloroso, apuntó a la joven que con los brazos extendidos iba con
ansia hacia Pablo. Cuando se disponía a abrir fuego, algo le estremeció. Un
rugido de sorpresa, dolor y miedo, se extendió a lo largo del aula. Todos se
volvieron aterrorizados y vieron como un No-Muerto –así decidió bautizarlos
Nacho-, clavaba sus dientes en el cuello de Paula.
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