domingo, 13 de octubre de 2013

11.3
…LOS MUERTOS CAMINARÁN SOBRE LA TIERRA

Pero Gael no consiguió morder al agente ya que Nacho y Ángel consiguieron reaccionar a tiempo y con un salvaje placaje, liberaron al policía de las garras del caníbal. Pero de nuevo, el homosexual se levantó y con un vago gruñido sordo se abalanzó una vez más contra sus presas, pero esta vez contra un inmóvil Ángel.
Por suerte, el agente consiguió reaccionar a tiempo y se interpuso entre los dos. Cuando tenía al supuesto muerto delante de él apretó sin vacilar el gatillo una última vez. Del cañón, situado a menos de treinta centímetros de la cabeza de Gael, salió una caliente bala que impactó en el rostro del joven.
Entre ceja y ceja del adolescente, apareció una flor roja que comenzó a sangrar. Con fuerza, cayó hacia atrás y se derrumbo sobre una silla que había a su espalda, donde definitivamente dejó de moverse.
Fueron unos segundos eternos los que sucedieron. La habitación con olor a sangre y pólvora, permanecía en silencio. Temblando por la mezcla del miedo y del dolor de la herida del brazo, el policía se acercó a Gael con precaución y le propino una patada en la cara. El caníbal estaba definitivamente muerto.
Pero no hubo tiempo para descansar, pues a continuación, sucedieron demasiadas cosas al mismo tiempo.
Nacho estaba observando el cadáver de Gael cuando por el rabillo del ojo, vio una sombra tambalearse torpemente a su derecha. Rápidamente se giró y dio la voz de alarma alejándose aterrorizado de lo que antes había sido un compañero suyo de 4º. Aquella situación estaba acabando con su juicio.
El policía reaccionó rápido y apuntó al corazón del chico y disparó. Pero el adolescente –si se le podía denominar así-, se incorporó de nuevo, como si aquel balazo no hubiera sido más que cosquillas.
¿Pero qué coño estaba sucediendo? ¿Es que esos chicos que murieron eran inmortales?
El agente, realmente asustado, apuntó a la cabeza del chico y sin vacilar, disparó. La frente del chico se abrió y como plomo, cayó al suelo. Sin volver a intentarse levantar.
-¡Ahí viene otro! –gritó Isma señalando a una chica de pelo rubio, alta y delgada, extremadamente delgada y con una mirada perdida. Nacho se ahogó en sus ojos, muertos, rematadamente muertos.

El policía se volvió y tembloroso, apuntó a la joven que con los brazos extendidos iba con ansia hacia Pablo. Cuando se disponía a abrir fuego, algo le estremeció. Un rugido de sorpresa, dolor y miedo, se extendió a lo largo del aula. Todos se volvieron aterrorizados y vieron como un No-Muerto –así decidió bautizarlos Nacho-, clavaba sus dientes en el cuello de Paula. 

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