sábado, 31 de agosto de 2013

8.2
LAGRIMAS DE SOLEDAD


-¿Qué ha sucedido? –Preguntó el chico en voz baja mientras miraba a través de la ventana con los ojos fijos en un cadáver que se encontraba tirado en medio del patio del recreo, al lado de las gradas. Aquel adolescente, un par de años menor adivinó Nacho, se había caído y se había golpeado la cabeza contra el bordillo de las gradas. Su cuello estaba en una posición imposible, antinatural. Nacho no pudo aguantar mirarlo durante más de unos segundos.
Ángel levantó la vista durante unos segundos y le miró, pero no pudo darle una respuesta, por lo que apartó la mirada sin responder.
-¿Cuánta gente habrá muerto? –Insistió Nacho de nuevo en una voz casi inaudible. Pero otra vez más, Ángel negó con la cabeza sin saber que responder. No quería hablar de lo que acababa de ocurrir, no quería saber nada más durante ese momento. Pero su mente se la jugaba, ya que por su cabeza no paraba de rondar las imágenes de todos sus compañeros tosiendo y vomitando sangre, agónicos y aterrados.
Nacho se sentó abatido de nuevo ojeando a su alrededor, fijándose uno a uno, en todos los cadáveres de la clase. Cada vez que los veía, no podía dejar de pensar en por qué él no murió y en cómo se encontraría su hermana. De repente, también se acordó de sus padres, ¿Ellos estarían bien? ¿Aquello habría ocurrido tan solo en el colegio o a al contrario en una escala superior? ¿Habría sido a nivel local?, ¿Nacional?, ¿Continental? o en el peor de los casos, ¿A nivel mundial? No tenía respuesta, en realidad no sabía nada. Hasta hace unos diez minutos, estaban en clase de lengua, recibiendo la vara de Josefa y en el preciso instante en que le iba a pedir disculpas a Guillermo, Hugo comenzó a toser para al cabo de un par de minutos, morir. Pero antes de que alguien pudiese reaccionar, el resto de la clase pasó por la misma agonía de Hugo, ¿Por qué? ¿Qué es lo que había ocurrido?
Miró a Ángel, quien seguía sin mostrar señales de vida, echo un ovillo mirando fijamente el encerado manchado de un rastro de sangre ya que alguien había apoyado la mano antes de morir. No podía dejar de mirar aquello, no podía pensar, no podía hacer nada; estaba en shock.
Nacho se limpió la sangre que salía de su brecha. No tenía pinta de que Ángel fuese a hablar, lo cual no era extraño. Estaban ellos dos solos, rodeados de casi treinta cadáveres de gente a la que quería como su familia. Pero lo peor y más devastador era el silencio, no oír nada que no fuese la brisa, daba a entender que el mundo había muerto, que estaban solos y que ya no quedaba nada. Ni un avión, ni una risa, ni una voz, ni un golpe. Nada. Silencio.
Pero de repente, un sonido de cristal rompiéndose, llamó la atención a Nacho. Otra vez, aquel sonido. Nacho miró a Ángel con una mezcla de entusiasmo y esperanza, quizás aun podía haber alguien más en esa clase, quizás no estaban ellos dos solos.
Se levantó nervioso por lo que pudiese pasar, no quería hacerse demasiadas ilusiones por si al final la idea de un superviviente más no existía. Pero en su interior, la esperanza florecía como una flor en primavera.
Llegó hasta la esquina contraria de donde ellos se encontraban, al lado de un mueble lleno de libros de diferentes tamaños. Allí, tirado junto al mueble, se encontraba otro cadáver más, con unos ojos muertos mirándole directamente a él. Apartó la mirada y se encontró con Zoey a sus pies, acurrucada como escasos segundos antes él lo había estado.
Tenía los ojos enormemente abiertos sin pestañear, pero era una mirada viva, un rostro vivo. Parpadeó un par de veces, sin duda alguna estaba viva. La había visto toser, pero esa tos no la había condenado como al resto.
Cautelosamente se inclinó para ponerse a su altura.
-Hola –saludó intentando parecer los más calmado posible.
Zoey se sobresaltó al escuchar la voz del chico. Con ojos llorosos y asustados le miró, pero no respondió. Estaba aterrorizada, temblaba. Nacho decidió intentarlo por segunda vez.
-Hola Zoey. Estoy aquí –dijo lenta y amablemente Nacho. Alargó su mano y suavemente la posó en la de la chica.- No pasa nada, no estás sola.
La adolescente parpadeó un par de veces. Era real, no era la única superviviente. Nacho estaba allí, hablándole.
-Nacho… -dijo temblorosamente Zoey. Tenía miedo, estaba asustada. Se dejó caer sobre Nacho y lo abrazó. Lo abrazó con fuerza, como hacía tiempo que no lo hacía. El calor de otra persona más era muy reconfortante y más cuando el otro superviviente era Nacho. Durante esos minutos del fuerte abrazo, olvidó todos sus problemas con el chico, su ruptura, sus problemas. Olvidó todo y solo pensó en Nacho y que no estaba sola.
-Tanquila, estoy aquí –Nacho la miró a los ojos y dándole un beso en la húmeda mejilla, la volvió a abrazar.
Los tres se juntaron en el centro de la clase y lloraron en silencio. Pasaron diez minutos y aunque Nacho fue viendo uno a uno cada cadáver para comprobar si quedaba alguien más, estaban ellos solos.

               En su clase ya no quedaba nadie más vivo. De veintisiete alumnos solo sobrevivieron tres. Ellos tres.

lunes, 19 de agosto de 2013

8.1
LAGRIMAS DE SOLEDAD

Hacía escasos segundos el aire estaba inundado de agonía y después, silencio.
Los minutos pasaban y el sepulcral silencio no era interrumpido por nada. Ni una voz, ni un lloro, ningún sonido de avión. Nada…
¿Realmente había ocurrido todo aquello? ¿Realmente acababa de ver como todos sus amigos de clase habían muerto? No, definitivamente no pudo ser así. Solo se lo había imaginado, tan solo había sido una paranoia. Pero el vómito se encontraba a un par de metros suyo y la brecha aun continuaba sangrando.
El silencio le hizo darse cuenta una vez más, que aquello no había sido una pesadilla y estaba ocurriendo realmente.
Nacho se incorporó y desvió la mirada hacia el final del pasillo donde se podía ver como las nubes de tormenta que esa mañana vigilaban Vigo de manera imponente habían desaparecido dejando paso a un Sol reluciente de diciembre. Durante unos segundos pensó en salir al exterior e intentar olvidar toda aquella mierda. Pero se quitó esa estúpida idea de la cabeza; lo vivido anteriormente no se iba a ir así como así. Ni dentro ni fuera del colegio. Primero volvería a su clase y descubriría si llegó a haber algún superviviente a excepción de él. Luego, ya vería.
Puso en funcionamiento su improvisado “plan” y fue de nuevo, no sin miedo, a su aula. Por el breve camino, se encontró a una chica de 4ºB tumbada boca arriba sobre un charco de sangre. La muerta, tenía la boca abierta en forma de un grito silencioso, un grito que jamás le dio tiempo a expulsar. La esquivó y continúo el breve trayecto que le quedaba hasta llegar a la clase, pero nada más asomarse, tuvo que dar unos pasos hacia atrás y apoyarse en el marco de la puerta para no caer. Las piernas le fallaron y de nuevo, la bilis intentó salir al exterior, pero esta vez la contuvo, ya no le quedaba mucho más que vomitar.
El panorama que observó lo destrozó, cuerpos caídos de forma aleatoria ocupaban toda el aula. La sangre había invadido todos los rincones de la clase: el suelo, las mesas, los libros, las ventanas, el encerado, las paredes… Todo estaba teñido del líquido rojo.
 Intentó contener las lágrimas que luchaban por salir, pero no lo logró y acabó estallando en sollozos. Pudo observar, que el cuerpo de Josefa estaba también tendido allí. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué había pasado? ¿Realmente estaba solo?
Nacho casi se había rendido, demasiado asustado para continuar de pie. No quedaba nadie vivo. Temblando de miedo se hizo una bola y se acurrucó abrazándose las piernas y juntando las rodillas en el pecho. Lloraba. Y más cuando pensó en el posible destino de su hermana. ¿Y si ella también había muerto de forma tan espantosa?
Murmuró unas palabras mientras, con la mirada fija en el suelo, pensaba qué iba a hacer. Realmente estaba solo y un mundo silencioso sin nada de ruido todavía lo asustaba más. Quiso gritar para pedir ayuda pero se detuvo. El mundo estaba tan silencioso y él se sentía tan solo y expuesto al peligro, que no se atrevió.
El chico acabó por levantarse ayudándose con el marco de la puerta, pero todavía asustado, demasiado conmocionado y débil para pensar o caminar. Alzó la mirada un instante hacia la silenciosa y devastadora clase de lengua y desvió una última mirada antes de comprender que realmente no había ningún otro superviviente.
Se volvió, todavía sin saber que iba a hacer a continuación, pero allí, ya no le quedaba nada. Dio un primer paso cuando a su espalda, sonó un inesperado sollozo hizo que volviese la vista cara el fondo de la clase. ¿Se lo habría imaginado? ¿Habría sido una paranoia? Posiblemente sí, su mente estaba demasiado asustada para aceptar que realmente estaba solo y se imaginó un ruido. Durante unos segundos, recorrió toda la clase con una lenta mirada, buscando el posible origen del sonido, pero no lo halló. Una vez más, cuando se disponía a dar la vuelta, lo volvió a escuchar. ¡Sí!, no había duda, no habían sido imaginaciones suyas, lo había escuchado. Quizás no estuviese realmente solo
Entró lentamente en la clase, sorteando y esquivando todos los cuerpos de los alumnos que habían conseguido levantarse de sus sillas pero que por el camino, fallecieron. Sus ojos se clavaron en Guillermo, tieso y con unos ojos muertos pero que trasmitían sorpresa y miedo, mucho miedo. No se había podido perdonar con él, lo iban a hacer, sí, pero todavía no. Y ahora, tendría que vivir con aquel peso durante el resto de su vida. Se acercó hasta él y pasando suavemente sus dedos temblorosos sobre sus ojos, se los cerró para que al menos pudiese tener un descanso en paz.
-Lo siento, Guillermo –murmuró Nacho pronunciando sus primeras palabras tras casi quince minutos de silencio. Se sentía culpable de no poderle haber ayudado, pero no podía hacerlo, no podía haber hecho nada por ninguno de sus compañeros que habían muerto. O quizás sí, quizás pudiese haberles ayudado y no lo hizo, pero no quería pensar esa idea. Él no pudo hacer nada, no pudo hacer nada por sus amigos…
Continuó andando por la clase, intentando hallar el origen del sonido que había escuchado minutos atrás. Se detuvo delante del cuerpo de Ángel que se encontraba boca arriba, mostrando una sensación de paz en su rostro junto a una gran brecha que tenía en la frente. A su lado, descansaban numerosos trozos de cristales fragmentados de diferentes tamaños, provenientes de la ventana, en la cual seguramente, Ángel antes o después de morir asfixiado, chocó contra ella. Nacho lloró en silencio arrodillándose junto a su amigo. Otro más que no había sobrevivido.
Posó su mano en el pecho de Ángel con el objetivo de despedirse por última vez de otro de sus mejores amigos, cuando notó como el pecho de este se hinchaba y deshinchaba rítmicamente con suavidad. Perplejo, su cabeza comenzó a pensar lo más rápido que podía en esos momentos. Colocó su oído al lado de los orificios nasales de su compañero y con una sensación de alegría como jamás antes la había saboreado, descubrió que no estaba solo, que no fue el único superviviente; Ángel también estaba vivo.
Lo meció suavemente hasta hacer que los ojos de Ángel débiles y cansados se abrieran, pudiendo contemplar que a tan solo unos escasos veinte centímetros de su rostro, estaba Nacho, con lágrimas en los ojos y una sonrisa como nunca antes se la había visto. Le costó un rato orientarse antes de darse cuenta de lo que había sucedido.

Se abrazaron en silencio y durante cinco minutos enteros, estuvieron así, en silencio, sintiendo el calor del uno y del otro. No estaban solos y quizás, si ellos habían sobrevivido, significaban que no eran los únicos. Permanecieron con el abrazo hasta que Nacho lo rompió y una vez más miró la silenciosa clase. De nuevo, la sensación de miedo volvió a invadirle, aunque ´le no estuviese realmente solo, tan solo eran dos, ellos dos. ¿Por qué ellos y no por ejemplo Guillermo o cualquier otra persona? ¿Qué clase de planes tendría Dios si realmente exisiti4es para exterminar de repente a tanta gente? Miles de pensamientos, todos ellos negativos, se acurrucaron en la mente de Nacho, aterrorizándolo.

martes, 13 de agosto de 2013

7
SILENCIO SEPULCRAL

Hubo un silencio dañino, solamente se escuchaba alguna respiración entrecortada y algún que otro sollozo que se perdía en la cabeza de todos los chicos. En ese momento, solo tenían una cosa en mente: Hugo acababa de morir de una manera espantosa, acababa de perder la vida ante sus narices y no pudieron hacer nada más que llorar y ver como sus ojos perdían su color.
               Josefa estaba pálida y tiesa; parecía un muñeco de nieve vestido de arco iris. Sus arrugas se convirtieron en altas cordilleras como nunca antes lo habían hecho. Empezó a temblar y Nacho reparó que sus labios balbuceaban algo pero no alcanzaban decir ninguna palabra en concreto, simplemente eran frases entrecortadas sin sentido alguno. Temerosamente, la profesora adelantó un pie, dudó un instante, luego adelantó el otro. Continuó así durante unos minutos que parecieron durar décadas. En ese infinito tiempo, a parte del resonante sonido que provocaban los tacones de la profesora y de los sollozos que aun deambulaban por el aire, se empezaban a escuchar leves murmullos como <<¿Está muerto?>> o <<Fíjate, ¿Qué coño acaba de suceder?>> o simplemente <<Dios santo, el Señor le ha castigado>>. Josefa ignoraba aquellos comentarios, pues tenía suficiente con pensar que haría. Así, ajena a los murmullos, se acercaba hacia el cadáver, todavía sin saber que iba a hacer cuando llegase hasta él.  Por fin llegó al pupitre silencioso, la maestra tendió su mano y tocó el frío pómulo de Hugo. Suavemente lo meció a un lado y a otro y sin ser consciente, unas palabras en forma de pregunta salieron por sus resecos labios:
               -¿Hugo? –sabía que el adolescente no le iba a responder, un muerto nunca responde. Sin embargo, Josefa no pensaba. Se encontraba como un bebé al que le había robado el caramelo.- Hugo, respóndeme…
               A pesar del tono suplicante de la profesora, el joven seguía sin responder. Una chica estalló en lágrimas mientras presenciaba aquella escena. Josefa apartó la mano, se quedó dudando si debería seguir llamando al muerto y  decidió que lo intentaría una vez más. Volvió a tender la mano y cuando estaba a escasos centímetros del pómulo izquierdo, se escuchó un tosido en el rincón más alejado de la clase. Todos  volvieron la vista hacia la niña. Esta, mientras tosía, no podía evitar pensar una cosa: ¿Ella también moriría?
               De nuevo, el tosido se prolongó más de lo normal y volvió a crear un horrible y doloroso sonido. Las compañeras del pupitre de Raquel –la joven ahora vista como un leproso- se apartaron de ella, esta las miró con lágrimas en los ojos y llevó sus manos al cuello. De nuevo el aula se calló a excepción de la tos agonizante que sufría la joven. La niña con ojos como platos, hinchados y ensangrentados, echó una última mirada dirigida a Nacho antes de empezar a vomitar la sangre.
Pero antes de que Raquel acabase con el mismo destino que Hugo, Dani, el batería, comenzó a toser y convulsionar. Ana y Leticia, las compañeras de Raquel, empezaron con los mismos síntomas. Detrás de Nacho, Jenny y Fátima se intentaron incorporar, pero les fue inútil: ellas también se unieron a la agonía. Nacho aturdido y conmocionado miró a toda el aula, todos sus compañeros tosían. Se incorporó, pero una gélida mano le agarró la suya. Nacho observó a su mortalmente pálido amigo Guillermo. Éste le miraba con ojos asustados pero ya inyectados en sangre y lágrimas que junto a los enormes hilos de sangre que le brotaban de la boca, eran iluminados por una piel antinaturalmente pálida. Nacho con un grito ahogado, se zafó de la mano de uno de sus mejores amigos; Guillermo acababa de morir. Dio unos pasos atrás mientras su cuerpo temblaba, sus fuerzas le abandonaban. Recorrió el aula con una visión borrosa a causa de las lágrimas y del mareo que estaba sufriendo. Las náuseas le subieron desde su estómago y observó como otros compañeros al igual que él, se intentaban levantar; algunos lo conseguían y se quedaban inmóviles en un profundo shock, otros no. Nacho con una última pasada de vista, logró distinguir a Zoe; tosía y lloraba…
Mierda, mierda, mierda. El mundo daba vueltas a su alrededor. Eso no podía estar pasando, tenía que ser una mala pesadilla. Desgraciadamente estaba ocurriendo y no lo era.
Por fin, con un inagotable tambaleo, Nacho, alcanzó a dar su primer paso; le costó un mundo. Con el mal sabor de la bilis en la boca, consiguió dar un segundo paso, luego un tercero pero al intento del cuarto, tropezó con una mochila desperdigada por el suelo. Perdió el equilibrio pero los pocos reflejos que le quedaban del judo lograron que no cayese. Esquivó una segunda mochila que se interpuso en su errante caminar, pero no logró sortear el cuerpo inerte de Mario. Cayó al suelo, pero esta vez ya ni intentó mantener el equilibrio, ya no le importaba caer, quería golpearse y despertarse de una vez, es lo que quería, pero no sucedía.
Impactó con la frente contra el canto de una mesa teñida en sangre. En el momento del golpe, su mente que estaba negra tuvo un haz de luces bancas y fosforescentes que le hicieron despertar de su estado de shock. Tendido en el suelo empezó a llorar, no aguantaba más. Sus compañeros y amigos de la infancia estaban muriendo y él lo único que podía hacer era llorar, llorar como un bebe recién nacido. Todavía extendido, formando poco a poco un pequeño charco de sangre debido a la brecha que se había hecho en la frente instantes antes, giró la cabeza muy lentamente cuando sus ojos se cruzaron con los de Álvaro –su excompañero de pupitre de inglés-, que estaban abiertos, pero muertos, vacíos. En ellos se podía ver reflejado el terror que segundos antes acompañó a Álvaro hasta el final de su vida.
Nacho estalló de nuevo en lágrimas y se levantó entre perpetuos tambaleos, acompañado por una fuerte arcada. Una vez más, su mente borrosa le impedía ver que sucedía en torno a él.
Tenía que hacer algo, pedir ayuda era la solución. Era fácil pensarlo, realizarlo era casi imposible. Con lágrimas en los ojos, puso rumbo hacia la puerta. Aunque estuviese aturdido, no era capaz de impedir que los tosidos y lloros no entrasen en su cabeza. Lo único que deseaba era pedir ayuda. Al fin alcanzó el pomo de la puerta, manchado también de sangre de alguien que tuvo su misma idea pero que no pudo llevarla a cabo debido a que falleciera en el intento.
 La mano le sudaba y temblaba, giró el pomo a la derecha y con un pequeño alivio en el interior salió de clase para llegar al pasillo del edificio y allí pedir ayuda. Pero ese alivio pronto se disipó. Se había equivocado al pensar en pedir ayuda.
Si el sonido en su aula era desesperante, allí, en el pasillo era aun peor. Una marea de tosidos, arcadas, respiraciones entrecortadas, gritos, lloros, agonías, caídas y sollozos golpeaban a Nacho de una manera psicológica. Desde todas las aulas, desde el patio, desde el gimnasio, desde la sala de reuniones, dese todos los rincones posibles e inimaginables se acercaban desesperantes agonías cargadas en el aire.
Pero para cuando, Nacho hubo recorrido todo el pasillo pidiendo inútilmente ayuda, los tosidos, gritos, lloros y todas las agonías dichas anteriormente, cesaron. El joven temblaba de miedo, mareado tuvo que sostenerse en la pared para buscar un apoyo y no caerse. Notó como la bilis le recorría el cuerpo y no pudo aguantar unas arcadas que remataron en vómito. Arrimó su espalda contra la pared y se dejó caer deslizándose por ésta. No podía ser que todo eso hubiera pasado, era imposible, eso no había sucedido. Tenía que ser una pesadilla, una pesadilla como la que tuvo en el bus. Tenía que serlo, pero aunque lo desease, no lo era. Había ocurrido de verdad.

Dos minutos después de la infección, Hugo había muerto, unos minutos después, 4ºC en su totalidad había fallecido. Otro minuto más y todo el colegio se había muerto. Seguramente, todo el planeta se había silenciado…

jueves, 8 de agosto de 2013

6
ESTALLA LA TORMENTA

Tener lengua un jueves a primera, era una bonita manera de despertarse del estado somnoliento en el que los adolescentes llegaban a clase. Sobre todo porque Josefa sabía muy bien como hacer despertar a sus alumnos. Sus centenares de años en la enseñanza le proporcionaban tácticas infalibles para mantener a todo el mundo atento. Según algunos alumnos, Josefa llevaba en el puesto de profesora desde que el hombre descubrió la rueda, allá por el Pleistoceno. Era una profesora que generación tras generación, daba mucho de que hablar por sus coloridos ropajes que llevaba a clase, era conocido por varios motes, uno de ellos era La princesa Arcoíris. Cada semana se teñía el pelo, una generación contó que una vez pudieron tener el placer de verla con el pelo morado, pero eso no eran más que rumores. Sus arrugas le acompañaban desde hace décadas y sin embargo, nunca le salían nuevas. Según varios alumnos, Josefa conocía el secreto de la inmortalidad junto a Jordi Hurtado. Tanto anillos como pulseras y pendientes de inmensos tamaños y colores eran sus complementos que llevaba a diario.
               -Buenos días mis queridos alumnos –la voz de Josefa aguda pero penetrante resonó por toda el aula mientras los alumnos de 4ºC iban tomando asiento. – Sentaos de una vez y veamos si habéis estudiado la lección de ayer.
               Todos los alumnos se sentaron en el orden en el que Josefa les mandó. Nacho, tomó asiento al lado de Andrea, la listilla de la clase que nunca bajaba del nueve, ¿Cómo lo haría? En el asiento de la derecha se encontraba Guillermo, que había conseguido entrar en clase al límite, antes de que la profesora cerrase la puerta. Con un movimiento de cabeza sin mucho ánimo saludó a Nacho y se sentó al lado de este.
               Josefa inspeccionó toda la clase con una mirada y observó que estaban sus 27 alumnos. Excelente, era hora de comenzar la matanza. Lanzó una mirada furtiva a Hugo y acercándose a su pupitre, apoyó sus voluminosos pechos en el mueble y posó sus manos, una sobre la otra, en las tetas.              
               -Bueno Hugo, ¿Qué tal te va con nuestro amigo Calderón de la Barca? Dígame las principales características de su estilo.
               Hugo arqueó las cejas dando a reconocer que no tenía ni puñetera idea de la respuesta.
               Toda la clase estalló en carcajadas, incluso Hugo que rojo de vergüenza no pudo evitar reírse. Josefa también sonrió y aun más cuando decidió cual sería su próxima víctima: Miriam.
               La profesora se alejó del fondo de la clase, donde se encontraba el asiento de Hugo y, llegó al de su nueva víctima.
               Nacho que vio Josefa les daba la espalda, aprovechó para girarse a Guillermo. Este le miró y no pudo dejar escapar una sonrisa. Estaba claro, ninguno de los dos soportaba más aquel estúpido enfado. Ya era hora de que se perdonasen. En una voz casi inaudible, Nacho comenzó a hablar:   
               -Guillermo, yo… -Unos tosidos provenientes del fondo de la clase le hicieron callar. Desvío la mirada unos segundos hacia el origen del sonido y descubrió que era Hugo. Una nueva oleada de risas barrió la clase. Algunos comentarios como <<Qué Hugo, la tos matinal después de fumar ataca de nuevo ¿No?>> o <<Eso es lo que pasa por fumar tan temprano>> ya eran rumores que merodeaban por toda la clase de una boca a otra. Su compañero de pupitre, le dio unos golpecitos en la espalda para que se le pasase la tos.
               Nacho tampoco pudo evitar sonreír pero de nuevo se volvió cara a Guillermo para continuar con su parte de las disculpas. Pero algo lo detuvo, aquella tos, ya no era una tos ordinaria. Era un sonido doloroso y horrible. Debía de estarle rasgando la garganta al joven alumno que desesperadamente luchaba por respirar. El aula se quedó en silencio a excepción de la asfixiante tos que la asolaba.
               Algo que había empezado como un cachondeo de tos había evolucionado a un alumno que se estaba ahogando. Hugo se llevo las manos al cuello y zarandeando la cabeza intentó respirar inútilmente. De repente, uno de los tosidos, estuvo acompañado por varios hilos de sangre que mancharon el pupitre y los apuntes y que ahora colgaban por su barbilla. El color de su piel era de un color morado pálido decorado con varia sangre fresca que no paraba de toser y escupir. Con ojos aterrorizados, Hugo, se quedó mirando a la profesora, pero esta no sabía que hacer.
               El chico ya no podía hacer nada por conseguir respirar y vomitando sangre, dio unos débiles meneos de cabeza antes de dejar caer violentamente la cara sobre el pupitre.
               Su cabeza, tendida en la mesa estaba rígida y a remojo en el charco de sangre vomitada instantes antes. Tenía la boca muy abierta en forma de un grito silencioso, de la cual colgaban varios hilos de líquidos rojos. Su piel se había vuelto pálida, casi blanca y en ella, contrastaban todas las venas moradas que se habían remarcados mientras el chico luchaba inútilmente por respirar.
               Pero lo más escalofriante eran sus ojos; abiertos y sin color, ensangrentados debido a la multitud de venillas que le habían estallados mientras se asfixiaba.
               La clase quedó en silencio, Hugo acababa de morir.

               Pero aquello, solo era el principio…

jueves, 1 de agosto de 2013

5.2
LA HORA FINAL

Pero algo brilló dentro de Nacho; Zoey le contestó el saludo sin muchos ánimos. Sin embargo, Borja miró de reojo a Nacho y suponiendo que iba a hablar con la niña, continuó con la caza de la chica. No la iba a dejar escapar, no otra vez. Cuando Zoey comenzó una relación con aquel subnormal al que todo el mundo llamaba Baquetas, él sufrió mucho y aunque lo ocultase, amaba con toda su alma a la joven. Enviándole una envenenada sonrisa de triunfo a Nacho, de nuevo se acercó a la chica y apartándoles unos.
               -Sé que estos días estás un poco jodida, si quieres ahora que llegan las vacaciones, quedamos e intento animar esa cara.
               -No creo que sea el mejor momento para hacerlo, Borja.
               -Tranquila, no te quiero meter presión pero piénsatelo. Recuerda que todavía tenemos pendiente la cena –apuntó Borja haciendo un gesto como si estuviese rapeando.
               ¿Cena? ¿Qué cena? Nacho sintió una punzada en el corazón al escuchar las palabras de Borja y más cuando Zoey con una sonrisa muy forzada contestó:
               -No se me olvida, tranquilo. Este sábado la hacemos.
               Borja lo miró y de nuevo sonriendo a su mayor rival, susurró en unas palabras inaudibles:
               -Este duelo lo he ganado yo, Baquetas. Has perdido.
               Nacho disgustado, decidió marcharse. Desconsolado se sentó en las gradas al lado de Isma y Valentina y apoyando la cabeza sobre las manos perdió la mirada en el horizonte. Con ambos dedos índice y corazón de cada mano, se empezó a masajear la sien. Intentando animarse, pensó que aun quedaba una larga mañana para tener otra oportunidad y hablar con Zoey, pero era inútil, ella no quería hablar con él; dos semanas atrás le había dicho claramente que ya no le quería.
               Quedaba un par de minutos para que tocase el timbre y nada iba según lo esperado.
               -¡Mirad lo que he encontrado por el camino! –gritó Yago al llegar junto al grupo tirando la mochila al suelo mojado. Llevaba las manos cerradas, tenía algo en su interior. Isma, Valentina, Nacho, Mario y algún otro curioso, formaron un círculo alrededor del adolescente recién llegado.- Vais a flipar.
               Separó las manos y dejó a la vista un saltamontes que brincó hacia el pelo de Valentina. La chica chilló al tiempo que se revolvía el pelo para librarse del animalito.
               -¡La madre que te parió! –Gritó Isma a Yago en un estado entre enfurecido y divertido al ver la reacción de su novia.
               -No me pegues. Tienes que reconocer que es increíble. Un saltamontes en invierno –dijo Yago intentando disculparse mientras escapaba a lo largo del campo de fútbol de Isma.
               El resto de la gente estalló en risas, incluso Nacho. Pero estas se vieron interrumpidas por el sonido del timbre, era hora de comenzar las clases. Resoplando y sin ganas, todos los alumnos pusieron rumbo a las aulas.
               Nacho caminaba junto a Ángel y María cuando de repente los empujaron. Cuatro niños pequeños de no más de siete años, simulando ser cuatro jinetes de caballos trotando al galope. Al mismo tiempo, un policía pasó entre los tres adolescentes y lo saludaron amablemente sin embargo, el agente no contestó el saludo, sino que simplemente se limitó a observar a Nacho. Durante unos segundos, el policía no apartó la vista del chico.
               -Ya la has liado tío. Hoy vas directo a la trena.
               Pero Nacho no contestó. Los ojos de ese agente le sonaban mucho. Demasiado.
               Continuaron su camino a clase despidiéndose de María antes de entrar, la chica le dijo a Nacho en un susurro al oído, que todo iba a salir bien. El adolescente no alcanzó a comprender el significado de aquellas palabras y se despidió de ella con un beso en la mejilla de aquella curiosa, misteriosa pero increíble chica. Le caía muy bien aunque la hubiese conocido unos meses atrás. Ángel se despidió con un beso muy próximo a los labios, se notaba de sobra que entre ellos iba a suceder algo muy pronto.
               <<Ojalá hoy sea un día tranquilo>> pensó Nacho mientras entraba en clase.
               El timbre había dado por comenzado las clases y al mismo tiempo, aunque en ese momento lo ignorasen, también había dado por finalizada la era de la raza humana.
               Los minutos se habían agotado…

               Y así, estalló la tormenta…
Bueno, ahora que es verano y tengo más tiempo y ya tengo bastante escrito, subiré un capitulo cada semana. Esto será el viernes o el sábado, según me vaya mejor. También tengo que decir que la historia va yendo muy bien y que agradezco de todo corazón vuestras visitas y sobretodo vuestro comentarios, que me ayudan a mejorar y perfeccionar. Y nada más, muchas gracias querido lector, querida lectora.
Espero que disfruten más que nunca de PANDEMIA, en donde en breves, comenzará la acción.
No le entretengo más.
Un saludo,
El Autor