jueves, 8 de agosto de 2013

6
ESTALLA LA TORMENTA

Tener lengua un jueves a primera, era una bonita manera de despertarse del estado somnoliento en el que los adolescentes llegaban a clase. Sobre todo porque Josefa sabía muy bien como hacer despertar a sus alumnos. Sus centenares de años en la enseñanza le proporcionaban tácticas infalibles para mantener a todo el mundo atento. Según algunos alumnos, Josefa llevaba en el puesto de profesora desde que el hombre descubrió la rueda, allá por el Pleistoceno. Era una profesora que generación tras generación, daba mucho de que hablar por sus coloridos ropajes que llevaba a clase, era conocido por varios motes, uno de ellos era La princesa Arcoíris. Cada semana se teñía el pelo, una generación contó que una vez pudieron tener el placer de verla con el pelo morado, pero eso no eran más que rumores. Sus arrugas le acompañaban desde hace décadas y sin embargo, nunca le salían nuevas. Según varios alumnos, Josefa conocía el secreto de la inmortalidad junto a Jordi Hurtado. Tanto anillos como pulseras y pendientes de inmensos tamaños y colores eran sus complementos que llevaba a diario.
               -Buenos días mis queridos alumnos –la voz de Josefa aguda pero penetrante resonó por toda el aula mientras los alumnos de 4ºC iban tomando asiento. – Sentaos de una vez y veamos si habéis estudiado la lección de ayer.
               Todos los alumnos se sentaron en el orden en el que Josefa les mandó. Nacho, tomó asiento al lado de Andrea, la listilla de la clase que nunca bajaba del nueve, ¿Cómo lo haría? En el asiento de la derecha se encontraba Guillermo, que había conseguido entrar en clase al límite, antes de que la profesora cerrase la puerta. Con un movimiento de cabeza sin mucho ánimo saludó a Nacho y se sentó al lado de este.
               Josefa inspeccionó toda la clase con una mirada y observó que estaban sus 27 alumnos. Excelente, era hora de comenzar la matanza. Lanzó una mirada furtiva a Hugo y acercándose a su pupitre, apoyó sus voluminosos pechos en el mueble y posó sus manos, una sobre la otra, en las tetas.              
               -Bueno Hugo, ¿Qué tal te va con nuestro amigo Calderón de la Barca? Dígame las principales características de su estilo.
               Hugo arqueó las cejas dando a reconocer que no tenía ni puñetera idea de la respuesta.
               Toda la clase estalló en carcajadas, incluso Hugo que rojo de vergüenza no pudo evitar reírse. Josefa también sonrió y aun más cuando decidió cual sería su próxima víctima: Miriam.
               La profesora se alejó del fondo de la clase, donde se encontraba el asiento de Hugo y, llegó al de su nueva víctima.
               Nacho que vio Josefa les daba la espalda, aprovechó para girarse a Guillermo. Este le miró y no pudo dejar escapar una sonrisa. Estaba claro, ninguno de los dos soportaba más aquel estúpido enfado. Ya era hora de que se perdonasen. En una voz casi inaudible, Nacho comenzó a hablar:   
               -Guillermo, yo… -Unos tosidos provenientes del fondo de la clase le hicieron callar. Desvío la mirada unos segundos hacia el origen del sonido y descubrió que era Hugo. Una nueva oleada de risas barrió la clase. Algunos comentarios como <<Qué Hugo, la tos matinal después de fumar ataca de nuevo ¿No?>> o <<Eso es lo que pasa por fumar tan temprano>> ya eran rumores que merodeaban por toda la clase de una boca a otra. Su compañero de pupitre, le dio unos golpecitos en la espalda para que se le pasase la tos.
               Nacho tampoco pudo evitar sonreír pero de nuevo se volvió cara a Guillermo para continuar con su parte de las disculpas. Pero algo lo detuvo, aquella tos, ya no era una tos ordinaria. Era un sonido doloroso y horrible. Debía de estarle rasgando la garganta al joven alumno que desesperadamente luchaba por respirar. El aula se quedó en silencio a excepción de la asfixiante tos que la asolaba.
               Algo que había empezado como un cachondeo de tos había evolucionado a un alumno que se estaba ahogando. Hugo se llevo las manos al cuello y zarandeando la cabeza intentó respirar inútilmente. De repente, uno de los tosidos, estuvo acompañado por varios hilos de sangre que mancharon el pupitre y los apuntes y que ahora colgaban por su barbilla. El color de su piel era de un color morado pálido decorado con varia sangre fresca que no paraba de toser y escupir. Con ojos aterrorizados, Hugo, se quedó mirando a la profesora, pero esta no sabía que hacer.
               El chico ya no podía hacer nada por conseguir respirar y vomitando sangre, dio unos débiles meneos de cabeza antes de dejar caer violentamente la cara sobre el pupitre.
               Su cabeza, tendida en la mesa estaba rígida y a remojo en el charco de sangre vomitada instantes antes. Tenía la boca muy abierta en forma de un grito silencioso, de la cual colgaban varios hilos de líquidos rojos. Su piel se había vuelto pálida, casi blanca y en ella, contrastaban todas las venas moradas que se habían remarcados mientras el chico luchaba inútilmente por respirar.
               Pero lo más escalofriante eran sus ojos; abiertos y sin color, ensangrentados debido a la multitud de venillas que le habían estallados mientras se asfixiaba.
               La clase quedó en silencio, Hugo acababa de morir.

               Pero aquello, solo era el principio…

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