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ESTALLA LA TORMENTA
Tener lengua un jueves a primera,
era una bonita manera de despertarse del estado somnoliento en el que los
adolescentes llegaban a clase. Sobre todo porque Josefa sabía muy bien como
hacer despertar a sus alumnos. Sus centenares de años en la enseñanza le
proporcionaban tácticas infalibles para mantener a todo el mundo atento. Según
algunos alumnos, Josefa llevaba en el puesto de profesora desde que el hombre
descubrió la rueda, allá por el Pleistoceno. Era una profesora que generación
tras generación, daba mucho de que hablar por sus coloridos ropajes que llevaba
a clase, era conocido por varios motes, uno de ellos era La princesa Arcoíris. Cada semana se teñía el pelo, una generación
contó que una vez pudieron tener el placer de verla con el pelo morado, pero
eso no eran más que rumores. Sus arrugas le acompañaban desde hace décadas y
sin embargo, nunca le salían nuevas. Según varios alumnos, Josefa conocía el
secreto de la inmortalidad junto a Jordi Hurtado. Tanto anillos como pulseras y
pendientes de inmensos tamaños y colores eran sus complementos que llevaba a
diario.
-Buenos
días mis queridos alumnos –la voz de Josefa aguda pero penetrante resonó por
toda el aula mientras los alumnos de 4ºC iban tomando asiento. – Sentaos de una
vez y veamos si habéis estudiado la lección de ayer.
Todos
los alumnos se sentaron en el orden en el que Josefa les mandó. Nacho, tomó
asiento al lado de Andrea, la listilla de la clase que nunca bajaba del nueve,
¿Cómo lo haría? En el asiento de la derecha se encontraba Guillermo, que había
conseguido entrar en clase al límite, antes de que la profesora cerrase la
puerta. Con un movimiento de cabeza sin mucho ánimo saludó a Nacho y se sentó
al lado de este.
Josefa
inspeccionó toda la clase con una mirada y observó que estaban sus 27 alumnos.
Excelente, era hora de comenzar la matanza. Lanzó una mirada furtiva a Hugo y
acercándose a su pupitre, apoyó sus voluminosos pechos en el mueble y posó sus
manos, una sobre la otra, en las tetas.
-Bueno
Hugo, ¿Qué tal te va con nuestro amigo Calderón de la Barca? Dígame las principales
características de su estilo.
Hugo
arqueó las cejas dando a reconocer que no tenía ni puñetera idea de la
respuesta.
Toda
la clase estalló en carcajadas, incluso Hugo que rojo de vergüenza no pudo
evitar reírse. Josefa también sonrió y aun más cuando decidió cual sería su
próxima víctima: Miriam.
La
profesora se alejó del fondo de la clase, donde se encontraba el asiento de
Hugo y, llegó al de su nueva víctima.
Nacho
que vio Josefa les daba la espalda, aprovechó para girarse a Guillermo. Este le
miró y no pudo dejar escapar una sonrisa. Estaba claro, ninguno de los dos
soportaba más aquel estúpido enfado. Ya era hora de que se perdonasen. En una
voz casi inaudible, Nacho comenzó a hablar:
-Guillermo,
yo… -Unos tosidos provenientes del fondo de la clase le hicieron callar. Desvío
la mirada unos segundos hacia el origen del sonido y descubrió que era Hugo.
Una nueva oleada de risas barrió la clase. Algunos comentarios como <<Qué
Hugo, la tos matinal después de fumar ataca de nuevo ¿No?>> o <<Eso
es lo que pasa por fumar tan temprano>> ya eran rumores que merodeaban
por toda la clase de una boca a otra. Su compañero de pupitre, le dio unos
golpecitos en la espalda para que se le pasase la tos.
Nacho
tampoco pudo evitar sonreír pero de nuevo se volvió cara a Guillermo para
continuar con su parte de las disculpas. Pero algo lo detuvo, aquella tos, ya
no era una tos ordinaria. Era un sonido doloroso y horrible. Debía de estarle
rasgando la garganta al joven alumno que desesperadamente luchaba por respirar.
El aula se quedó en silencio a excepción de la asfixiante tos que la asolaba.
Algo
que había empezado como un cachondeo de tos había evolucionado a un alumno que
se estaba ahogando. Hugo se llevo las manos al cuello y zarandeando la cabeza
intentó respirar inútilmente. De repente, uno de los tosidos, estuvo acompañado
por varios hilos de sangre que mancharon el pupitre y los apuntes y que ahora
colgaban por su barbilla. El color de su piel era de un color morado pálido
decorado con varia sangre fresca que no paraba de toser y escupir. Con ojos
aterrorizados, Hugo, se quedó mirando a la profesora, pero esta no sabía que
hacer.
El
chico ya no podía hacer nada por conseguir respirar y vomitando sangre, dio
unos débiles meneos de cabeza antes de dejar caer violentamente la cara sobre
el pupitre.
Su
cabeza, tendida en la mesa estaba rígida y a remojo en el charco de sangre
vomitada instantes antes. Tenía la boca muy abierta en forma de un grito
silencioso, de la cual colgaban varios hilos de líquidos rojos. Su piel se
había vuelto pálida, casi blanca y en ella, contrastaban todas las venas
moradas que se habían remarcados mientras el chico luchaba inútilmente por
respirar.
Pero
lo más escalofriante eran sus ojos; abiertos y sin color, ensangrentados debido
a la multitud de venillas que le habían estallados mientras se asfixiaba.
La
clase quedó en silencio, Hugo acababa de morir.
Pero
aquello, solo era el principio…
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