domingo, 8 de diciembre de 2013

13.1
SIN SALIDA

La habitación estaba oscura, iluminada solo por algún atrevido rayo de Sol que se colaba a través de las persianas mal cerradas. Un constante goteo hacía eco en toda el aula, alguien se habría dejado uno de los grifos mal cerrado. Nacho se acordó de mala manera en todos los parientes de ese inconsciente. Escuchar aquel incansable goteo cuando uno está a punto de perder la cabeza, era una mala combinación.
               Era aterrador por varias razones: la primera, era la ausencia total de luz, sonido y movimiento. La segunda y más devastadora, era que mientras en esa habitación cubierta de grotescas y espectrales sombras, reinaba el silencio, en el exterior, miles de gritos, golpes y aquel sonido que siempre acompañaba al gemido: el arrastre. En un completo silencio, oír esa especie de arrastre contra el suelo acompañado con algún ocasional gemido, podía poner incluso al hombre más valiente del mundo, los pelos de punta.
               Moviéndose entre las sombras, el chico alcanzó a encontrar el interruptor y súbitamente todos los brillantes y blancos focos, iluminaron toda el aula de Física y Química. Con una fugaz pasada de vista, Nacho comprobó que entre las cuatro largas mesas que componían la clase, no había ningún No-Muerto. En efecto, el aula estaba vacía a excepción de los adolescentes que ahora habían entrado para refugiarse.
               Con el miedo chorreando por todos los poros de la piel, los seis supervivientes se derrumbaron temblorosos y agotados sobre el primer lugar que encontraron, sin importar si era cómodo o no. La comodidad no era lo que más les importaba en una circunstancia en la que sus vidas estaban en juego.
               Nacho, pronto se dio cuenta de la magnitud de la situación: estaban solos, sin salida y rodeado de centenares de No-Muertos. Sin poder apartar la vista de la puerta, veía como esta, temblaba cada vez que uno de esos seres descargaba con fiereza un puñetazo sobre ella.
               Ya no se escuchaba ningún otro ruido que no fuese los constantes golpes en la puerta. Nacho se levantó agitado, captando la atención de todos sus compañeros, excepto la de Pablo, que con cara pálida y sudorosa, luchaba por mantenerse consciente, pero su herida era grave y le dolía mucho.
               Era cuestión de minutos que aquella puerta de madera barata –típica de cualquier colegio-, cediese ante el imponente peso de esas cosas que, a cada segundo que pasaba, aumentaban su número golpeando la madera.
               -¡Tenemos que salir de aquí! –Vociferó el chico dirigiéndose al pequeño cuarto que había en la esquina contraria de la clase que Jaime, el profesor, utilizaba como desván de miles de reliquias: desde material de laboratorio hasta todas las pertenencias confiscadas durante años a los alumnos, desde películas hasta una espada vikinga.- La puerta no va a resistir mucho tiempo.
               -Te recuerdo que Pablo se está desangrando… -Comentó Rubén negando la realidad. Sabía de sobra que el miedo se había apoderado de él y aunque quisiese sobrevivir, no podía hacer nada para sacarse aquel terror.
               -También hay que destacar que estamos en una clase. La única salida es la misma entrada –recordó Ángel escuchando amargamente sus propias palabras. Era verdad, no había escapatoria. Aquello no era como en las películas o libros en donde los personajes siempre encontraban una segunda salida o una puerta trasera.
               -¿Y las ventanas? –Preguntó Zoey arrepintiéndose al instante de aquellas estúpidas palabras que acababan de salir de su boca.

               -Las ventanas tienen barrotes –contestó Isma con la mirada fija en los hierros de las ventanas. Aquellas barras, habían sido construidas con muy buena intención, para que nunca hubiese un desafortunado accidente. Sin embargo, aquella buena obra, era ahora su sentencia.- ¡Esto es una jodida cárcel!

sábado, 30 de noviembre de 2013

            12
          RATONERA

Tenía una mínima de cómo cargar del todo y utilizar aquella glock, gracias a que de vez en cuando, jugaba al airsoft con sus amigos. Un juego en el que se utilizan réplicas muy reales de armas de todo tipo y balas de plástico para matarse entre amigos divididos en equipos y pasar un buen fin de semana.
               Nacho apuntó el arma acompañado de temblores de miedo contra un ser y abrió fuego. Sorprendido por el retroceso del arma, se detuvo un instante mientras veía caer el pesado cuerpo del No-Muerto al suelo, pero pronto, se volvió a levantar.
               Consiguieron salir al exterior del aula llegando al pasillo. Nacho comprobó que las escaleras que conducían definitivamente al aire libre, estaba invadida por una inmensa marea de No-Muertos. Intentar salir por ese lugar, no era una opción. Con un movimiento de cabeza, Ángel le indicó que entrasen en el aula de Física en la que normalmente, a primera hora de un jueves, está vacía.
               -¡Rápido, a clase de Física! –gritó Nacho para que los que estaban atrás del grupo supiesen hacia donde poner rumbo.
               Zoey y Rubén, que se encontraba en la cola del grupo intentando proteger la retaguardia, oyeron el mensaje y pusieron rumbo a la clase que se encontraba al lado: la de Física. Pero antes de llegar hasta allí, Rubén desvió la mirada por última vez a la clase de historia, donde hasta hace escasos segundos, habían estado ellos. En la entrada de esta,  unas dos docenas de No-Muertos, estaban devorando el cadáver del policía. Pero lo que más le aterrorizó fue lo que vio después. Del aula, salió una atractiva adolescente de corta falda y camiseta de tirantes ajustada, empapada totalmente en sangre. Tenía una horrible herida en la base del cuello y tenía una amputación severa, ¡Le faltaba todo el brazo derecho! Con un gemido seco, aquella muchacha comenzó a caminar hacía él mientras una hilera de intestinos bañados en sangre, salían de su abdomen y se enredaban en sus pies. La chica, con venas oscuras remarcadas sobre una pálida piel, le miró con unos ojos muertos de córnea amarilla. Una devastadora y profunda herida, resaltaba en la cara de la joven.
               Rubén no pudo hacer más que vomitar al ver aquello, ¡Esa chica era Paula!, la amiga de su clase a la que inútilmente, minutos antes había intentado salvarle la vida. Y ahora estaba allí, andando como si todas aquellas heridas mortales que tenía en su atractivo cuerpo, nunca hubiesen sido infringidas. Pero estaba muerta, rematadamente muerte. En ese momento, Paula era un No-Muerto e iba a por su carne.
               ¿Qué significaba eso? ¿Era algún tipo de virus que si uno moría revivía como otro más de esos diabólicos seres?
              
Ángel se adelantó para abrir la puerta del aula de Física y con una rápido movimiento mandó entrar a todos, no podían perder más tiempo, tenían a los muertos en los talones.
               -¡Rápido, entrad! –chilló Nacho colocándose a un lado de la entrada exterior dejando paso a sus amigos para que entrasen mientras él los intentaba cubrir. Ángel  entró el primero seguido del mareado Pablo apoyado en Isma.

Zoey vio que Rubén estaba paralizado observando a la nueva Paula, de un tirón, en el brazo, hizo que el comunista empezase a reaccionar. Siguieron al grupo hasta la entrada pero un No-Muerto agarró el tobillo de la chica.
               -¡Joder! –gritó Zoey intentando zafarse de las fuertes garras del monstruo. Rubén, con un potente pisotón liberó a la joven, no iba a permitir que otra persona más muriese sin él poder hacer nada. Pero de repente, unas frías manos le agarraron por los hombros.
               Todo sucedió muy rápido, notaba como las manos aumentaron la presión del agarre y un escalofrió recorrió su empapada espalda bañada en sudor cuando sintió que una dentadura empezaba a rozar su cuello.
               -Ayud… -La palabra suplicante se vio interrumpida por el estruendo de un disparo.
               Algo extremadamente caliente, pasó muy cerca de la cara del comunista impactando de lleno en la frente de Paula. Salpicaduras de gotas rojas de sangre rociaron la aterrorizada y confusa cara de Rubén. La No-Muerto, salió despedida un par de metros hacia atrás, momento que Zoey utilizó para devolverle el favor a su amigo y ayudarle. Tirando de él, se dirigieron al interior de la clase que ahora utilizarían como refugio. Antes de cerrar la puerta, Nacho realizo una última visión del panorama.

               A lo largo de todo aquel edificio, se escuchaban gemidos y aullidos. Aquellos gritos de dolor eran de otros supervivientes de otras clases que no habían podido escapar de los No-Muertos. Vio como cinco de esos infernales seres ponían rumbo a su refugio y sin detenerse más, cerraron la puerta de la clase.

domingo, 10 de noviembre de 2013

12
RATONERA

La situación era crítica pero no dejaba de ser surrealista; los estudiantes que hasta hacía poco se habían dado por muertos, se levantaron y como si nada hubiera ocurrido, comenzaron a caminar. Pero caminaron para buscar comida y esa comida no era otra cosa que carne humana. Carne humana viva.
               Y por sin no fuera poco, el panorama empeoraba por momentos. Rubén e Isma luchaban contra dos No-Muertos mientras con repugnancia, observaban como cuatro o cinco de esos seres, se estaban comiendo a Paula.
               Mientras, el policía ya había gastado su munición y al tiempo que recargaba, Ángel y Nacho lo cubrían como podían golpeando con furia a sus antiguos compañeros y es, aunque les doliese luchar a muerte contra lo que fueron hasta hace unos escasos cuarenta y cinco minutos eran amigos suyos, no podían aflojar la fuerza. Si lo hacían, morirían. En realidad, había dos opciones, rendirse y convertirse en comida para los trastornados No-Muertos o, no aflojar la furia y sobrevivir. Y sin dudarlo, habían escogido realizar la segunda opción.
               Un grito femenino, puso los pelos de punta a Nacho al reconocer aquella voz. ¡Era Zoey! Un No-Muerto se había abalanzado contra ella pero Pablo, le había propinado una patada en el estómago que hizo retroceder al ser un par de metros hacia atrás. Pero el muerto, no se rindió y de nuevo, atacó a la pareja que no se dio cuenta que por su espalda se acercaba otro No-Muerto.
               -¡PABLO, ZOEY! ¡A VUESTRA ESPALDA! –Gritó Nacho con todas sus fuerzas haciéndose oír por encima de los gritos, los golpes, los disparos pero sobre todo, de los gemidos. La pareja se giró para ver como un No-Muerto se lanzaba contra ellos. Con dificultad en el último instante lo consiguieron esquivar.
               -¡Hay que salir de la clase! –Vociferó Ángel proporcionando una patada digna de un elevado cinturón de kung en pleno pecho a un No-Muerto.- ¡Si continuamos aquí, nos atraparan! ¡Estamos en una jodida ratonera!
               Isma y Rubén consiguieron abrirse paso costosamente entre la multitud de No-Muertos para llegar al grupo que se encontraba formado en el centro de la clase por el resto de los supervivientes.
               -¡El chico tiene razón! –Gritó el policía al tiempo que abría fuego contra una joven de pelo negro que se acercaba peligrosamente a Pablo.- ¡Tenemos que salir!
               El agente se puso en la cabecera del grupo y disparando, empezó a abrir camino al resto de los vivos. O lo intentaba, ya que los No-Muertos eran demasiados numerosos. ¿Cuántos habría? ¿Cincuenta, sesenta? Por cada uno que caía, aparecían dos o tres más. Un aullido desgarrador resonó en la clase cuando un muerto arrastrándose en el suelo, mordió en el gemelo derecho a Pablo. Con una fuerte patada en plena sien, Isma consiguió liberar al herido de la dentellada, pero la mordedura había hecho su función. Pablo notó algo pegajoso en los pantalones, bajó la mirada y comprobó mareándose, que sus pantalones estaban totalmente empapados de sangre. El comunista, le ayudó a continuar la huida dejando al compañero de su clase, que se apoyase en él.
               -¡Mierda, tengo que recargar! –gritó el policía cuando se dio cuenta de que su arma había dejado de disparar y hacía el característico click informador de que la munición se había agotado.

               Media docena de esos seres, aprovecharon ese instante de vulnerabilidad para abalanzarse sobre el indefenso agente. Este no pudo hace más que soltar la pistola a medio cargar, lanzando un aullido de dolor y sorpresa. Nacho recogió su pistola mientras el policía desaparecía bajo una inmensa masa de No-Muertos que aumentaba por segundo. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

11.4
…LOS MUERTOS CAMINARÁN SOBRE LA TIERRA

Rubén, que fue el primero en reaccionar, corrió a salvarla y con un empujón, consiguió liberar a Paula de las fauces de aquel monstruo.
Pero de nuevo, el No-Muerto, no vaciló en detenerse y con los brazos extendidos y realizando un sonoro gemido, se abalanzó contra Rubén. El comunista, que agarraba por la cintura a la dañada Paula, se disponía a propinarle una patada al ser demoníaco cuando notó que la chica a la que sostenía, caía al suelo.
Y es que, aunque Rubén no lo supiese, los segundos que le quedaban de vida a Paula, estaban contados. El mordisco, le había arrancado la carótida y su cerebro, se estaba muriendo por falta de riego al tiempo, que se desangraba.
-Rubén… -balbuceó la chica mientras su compañero comunista le observaba con horror la herida que le había condenado.- Ayuda…
Pero antes de ver como la luz de la vida se escapaban de los ojos de Paula, Rubén tuvo que protegerse malamente contra el nuevo ataque del No-Muerto. Forcejeando, consiguió que no le inyectase los dientes en el hombro, pero no lo conseguiría mantener a raya infinitamente.
Cuando tenía los dientes del maligno caníbal a menos de diez centímetros de la base de su cuello, llegó Isma que agarrando de la camiseta blanca -teñida en sangre- del No-Muerto, lo consiguió apartar el tiempo y la distancia suficiente para liberar a Rubén del forcejeo contra aquel ser.
Las cosas se estaban complicando por momentos. Todos los que, durante la agonía de la tos, habían muerto, ahora estaban reviviendo en busca de la carne de los vivos.

En aquel preciso instante, había comenzado el apocalipsis. Aquello, había marcado el principio del fin de la raza humana.

domingo, 13 de octubre de 2013

11.3
…LOS MUERTOS CAMINARÁN SOBRE LA TIERRA

Pero Gael no consiguió morder al agente ya que Nacho y Ángel consiguieron reaccionar a tiempo y con un salvaje placaje, liberaron al policía de las garras del caníbal. Pero de nuevo, el homosexual se levantó y con un vago gruñido sordo se abalanzó una vez más contra sus presas, pero esta vez contra un inmóvil Ángel.
Por suerte, el agente consiguió reaccionar a tiempo y se interpuso entre los dos. Cuando tenía al supuesto muerto delante de él apretó sin vacilar el gatillo una última vez. Del cañón, situado a menos de treinta centímetros de la cabeza de Gael, salió una caliente bala que impactó en el rostro del joven.
Entre ceja y ceja del adolescente, apareció una flor roja que comenzó a sangrar. Con fuerza, cayó hacia atrás y se derrumbo sobre una silla que había a su espalda, donde definitivamente dejó de moverse.
Fueron unos segundos eternos los que sucedieron. La habitación con olor a sangre y pólvora, permanecía en silencio. Temblando por la mezcla del miedo y del dolor de la herida del brazo, el policía se acercó a Gael con precaución y le propino una patada en la cara. El caníbal estaba definitivamente muerto.
Pero no hubo tiempo para descansar, pues a continuación, sucedieron demasiadas cosas al mismo tiempo.
Nacho estaba observando el cadáver de Gael cuando por el rabillo del ojo, vio una sombra tambalearse torpemente a su derecha. Rápidamente se giró y dio la voz de alarma alejándose aterrorizado de lo que antes había sido un compañero suyo de 4º. Aquella situación estaba acabando con su juicio.
El policía reaccionó rápido y apuntó al corazón del chico y disparó. Pero el adolescente –si se le podía denominar así-, se incorporó de nuevo, como si aquel balazo no hubiera sido más que cosquillas.
¿Pero qué coño estaba sucediendo? ¿Es que esos chicos que murieron eran inmortales?
El agente, realmente asustado, apuntó a la cabeza del chico y sin vacilar, disparó. La frente del chico se abrió y como plomo, cayó al suelo. Sin volver a intentarse levantar.
-¡Ahí viene otro! –gritó Isma señalando a una chica de pelo rubio, alta y delgada, extremadamente delgada y con una mirada perdida. Nacho se ahogó en sus ojos, muertos, rematadamente muertos.

El policía se volvió y tembloroso, apuntó a la joven que con los brazos extendidos iba con ansia hacia Pablo. Cuando se disponía a abrir fuego, algo le estremeció. Un rugido de sorpresa, dolor y miedo, se extendió a lo largo del aula. Todos se volvieron aterrorizados y vieron como un No-Muerto –así decidió bautizarlos Nacho-, clavaba sus dientes en el cuello de Paula. 

viernes, 11 de octubre de 2013

11.2
…LOS MUERTOS CAMINARÁN SOBRE LA TIERRA

-¡JODER GAEL! ¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?! –Preguntó Paula totalmente histérica. La joven estaba perdiendo la cabeza, bueno, como todos los que estaban presenciando aquella macabra escena venida de la más terrorífica película de terror.
Gael, que estaba a punto de llevarse a la boca una pequeña porción de hígado –o lo que quedaba de él-, se detuvo y lentamente, volvió la cabeza hasta el histérico, conmocionado y repugnado público y entonces vio al pequeño grupo –en realidad, nunca supieron si los vio o simplemente los sintió como sus presas-. La mirada de Nacho no pudo hacer otra cosa que clavarse en la de Gael. Ojos vidriosos y ensangrentados, miraban con odio a los espectadores, pero sobre todo, eran ojos de un muerto, de un muerto que había vuelto a la vida. Irónico pero real, joder si lo era.
Las venas y los vasos sanguíneos que antes se le habían empezado a hinchar, ahora los tenía a punto de reventar resaltando sobre su piel pálida de un color grisáceo. Abrió la boca y de ella volvió a emanar un gemido como el anterior, posiblemente, esta vez más escalofriante, pues iba dirigido a ellos.
Con movimientos torpes pero sobre todo ansiosos, logró incorporarse tambaleante. Dio un par de traspiés antes de poner rumbo fijo a sus presas. El nuevo caminar de Gael era un paso lento y poco coordinado, como si estuviese bebido. Su arrastre de pies acompañado de algún leve gemido, consiguió poner a todos los pelos de punta y helar la sangre hasta al mismo agente que empezaba a entrar en acción.
-¡Te lo repito por última vez, chaval!, ¡Si no te detienes, me obligarás a abrir fuego! –rugió el policía ahogado en sudor y desesperación. Cargó la glock y sin dejar de apuntar al pecho del chico, dio una última advertencia.- ¡No te acerques más!, ¡DISPARO!
El sonido del arma disparando, resonó en toda la habitación dañando los tímpanos de los jóvenes, acompañado del brinco de todos y del grito de Paula y Zoey. La bala hizo impacto en el muslo de Gael, de donde empezó a surgir una amapola de sangre. Pero el chico no se inmutó, con su caminar lento pero decidido, continuaba acercándose al agente. El policía dudo un instante entre confusión y miedo, pero con los ojos enrojecidos apuntó y disparó al pecho del alumno. El impacto hizo retroceder un par de pasos a Gael que, sin detenerse, continuó.
El agente negaba con la cabeza aquella situación. Le acababa de meter un tiro en el pecho, ¡En el corazón! Ningún hombre sobrevive a un disparo en ese órgano. Aquello rompía cualquier esquema científico-biológico.
Un nuevo disparo impactó en el estómago del homosexual, pero de nuevo, sin vacilar, el chico continuó su camino.
-¡Joder! ¡Esto no tiene jodido sentido! –Gritó el policía perdido de los nervios. Si aun no tuvieron suficiente con la repentina muerte de la práctica totalidad del colegio, ahora se tenían que enfrentar a niños inmortales. A niños muertos inmortales, se corrigió el agente.
Un nuevo gemido lo despertó de su confusión y poniendo todo su empeño en acabar con aquel “ser” inmortal, comenzó a apretar el gatillo sin soltarlo. Una tormenta de disparos fue lo que vino a continuación. Tapándose los oídos, los adolescentes observaban con lágrimas y atónitos aquella escena surrealista. 9 balas impactaron en distintas partes del cuerpo de Gael; tres en el pecho, una en plena mandíbula, dos en el estómago y cuatro en las piernas.
Y como obra del mismo diablo, Gael seguía caminando, envuelto en un cuerpo bañado de heridas que expulsaban cataratas de sangre roja.
El agente cesó de disparar, con los ojos más abiertos que Nacho nunca hubiese visto antes, el policía observaba estupefacto, como a menos de un metro el chico seguía avanzando y se abalanzaba sobre él.

El agente cayó al suelo ante el peso del chico y se encontró cara a cara con el repugnante rostro de Gael. Antes de que el policía pudiese hacer algo, el chico se echó sobre su cuello pero el agente, consiguió poner el brazo en la boca de Gael para evitar el mordisco. Sin embargo, aquel movimiento tampoco fue la mejor opción, ya que el adolescente mordió el brazo del policía y arrancó un gran trozo de carne. El policía soltó un alarido mientras con horror, observaba como su brazo se teñía entero de rojo. El supuesto muerto, le agarró con una pálida mano la chaqueta y de nuevo se abalanzó contra su cuello. El policía asustado, cerró los ojos al reconocer su muerte y esperó el mordisco y con él el dolor. 

lunes, 7 de octubre de 2013

11.1         
…LOS MUERTOS CAMINARÁN SOBRE LA TIERRA

Gael era un chico al cual le encantaba ser el centro de atención; era delgado y llevaba un corte de pelo que él mismo denominaba “moderno”. Su piel morena era muy envidiable –algunos incluso afirmaban que su futuro iba a ser como modelo gracias a esa piel- y siempre resaltaba debido a su amplio conjunto de ropa de marca pija. Era guapo, muy guapo –lo que ayudaba a la teoría de que sería un gran modelo- y siempre producía un gran revuelo entre las chicas. Pero había un problema, Gael era gay. Y fue en el verano del año anterior, cuando por fin se atrevió a salir del armario y lo hizo a lo grande. Nacho, Ángel e Isma con infinita picardía todavía recuerdan aquella noche en la que un buen botellón dejó vulnerable a Guillermo y a raíz de eso, Gael entró en acción. El afectado siempre se había intentado borrar ese amargo momento de la cabeza, pero sus amigos, se lo impidieron recordándoselo cada poco tiempo. Lo que es cierto es que nunca nadie supo de verdad si Gael y Guillermo se liaron aquella noche, no es más que una leyenda urbana. Algunos afirmaban que los vieron y otros lo negaban. El propio Guillermo lo negaba y al contrario, Gael decía que aquella noche había sido única. Posiblemente todo lo que ocurrió nunca saliese a la luz.
Si a Gael siempre le encantaba ser el centro de atención, en ese momento se estaba luciendo: todo el mundo estaba observando en una mezcla entre confusión y miedo como el cuerpo del chico gay, estaba respirando.
-¿Qué demonios está ocurriendo? –Preguntó Paula derrumbándose en el suelo entre sollozos.
-Es imposible, totalmente imposible –contestó el policía negando con la cabeza.- Ese chico estaba muerto. Lo he comprobado hace nada, ¡Estaba muerto!
-Pues se ve que no lo has comprobado bien –contestó Isma con una mirada fulminante hacia el policía. Este evitó la mirada del alumno y la desvió hacia Fernando pero el profesor continuaba en silencio. Sus aterrorizados ojos miraban a su antiguo alumno que ahora estaba comenzando a tener un pequeño tic en la mano izquierda.
Durante los siguientes minutos, todos permanecieron en silencio, contemplando atónitos aquella macabra escena. Su pecho subía y bajaba a un ritmo lento pero constante mientras que el tic de la mano, ya se encontraba en todo el brazo izquierdo. Aquello no podía estar sucediendo, era innatural.
Las sacudidas del brazo, se fueron prolongando a todas las extremidades del cuerpo en escasos segundos. Todo el cuerpo de Gael estaba siendo sacudido por una descarga eléctrica. En su piel pálida y manchada de sangre, se podían apreciar claros cambios; varias venas de su cuerpo estaban empezando a remarcarse y a romperse, dando al joven alumno un aspecto demoníaco.
Paula, tirada en el suelo estaba totalmente aterrorizada, con los ojos rojos a causa de los lagrimones no paraba de susurrar palabras en un tono inaudible.
A su lado, Ángel estaba echo un ovillo, rezando por lo bajo frases de la biblia pidiendo ayuda a Dios. Nacho lo miró asustado, su amigo debía de estar perdiendo el juicio; nunca había dado su apoyo a la iglesia ni a la religión y sin embargo ahora, le estaba suplicando a Dios ayuda.
Pero no eran solo ellos, todos estaban susurrando palabras, incluso Nacho, se dio cuenta que el mismo estaba pidiendo socorro a nadie en particular. Aquello era demasiado, excesivo para unos simples niños de 16 años que hasta hace una escasa hora, se consideraban adultos.
Nacho estaba asustado, tenía miedo. Pensaba que aquello no podía ser más irreal pero se equivocaba, podía serlo. Con lagrimones por todas sus mejillas, pudo ver que aquel panorama empeoraba por momentos. Todos los cuerpos muertos de sus compañeros que yacían alrededor, estaban empezando a mover el pecho y algunos ya habían comenzado con aquel tic. ¿Qué estaba ocurriendo?
Los alumnos, tan desconcertados como los adultos, se miraban los unos a los otros intentando hallar en los ojos de alguien una respuesta, pero no existía. Fernando, pálido como un muerto miró a policía y este le devolvió la mirada asustado. El agente balbuceó algo y Fernando asintió. Con ligera torpeza, el profesor se levantó de la mesa en la que, hasta ese momento hubo sentado y con pasos lentos y poco decididos, llegó hasta el supuesto cadáver de Gael, que había dejado de vibrar. Ahora solo movía el pecho rítmicamente.
El catedrático se arrodilló ante el cadáver de su antiguo alumno y durante unos eternos segundos, lo observó. Se inclinó hacia delante, tratando de percibir la respiración del chico, pero no respiraba.
De repente, Gael abrió los ojos, totalmente ensangrentados –debido a todas las venillas invisibles y visibles que le habían estallados mientras inútilmente luchaba por respirar- y abrió la boca totalmente teñida de sangre, emitiendo un escalofriante gemido.
¿Olvidar alguna vez aquel sonido? Imposible. Aquel sonido era terrorífico, un profundo gemido sacado de las mismísimas entrañas del infierno. Seguramente, hasta el propio diablo temía aquel aterrador sonido. Vago y seco, el gemido podía poner los pelos de punta a cualquiera; salía a través de una garganta totalmente destrozada de tejidos que mientras moría, se habían hinchado hasta reventar y llenar toda la tráquea de sangre. Describirlo más, es imposible, había que estar en ese momento en la clase de 4ºB para saber  que aquel sonido inhumano y demoníaco, era capaz de aparecer a partir de ese momento en cualquiera de tus pesadillas. Y Nacho estaba allí, escuchando aquel gemido mientras quedaba grabado en su mente: jamás se lo podría sacar de la cabeza y mucho menos olvidarlo.
Todo sucedió demasiado rápido a partir de ese momento. Nadie reaccionó a tiempo para advertir a Fernando de lo que estaba sucediendo. Para cuando el agente había abierto la boca para avisarle, Gael o, mejor dicho, el monstruo que ahora vivía en el cuerpo del chico, se abalanzó a la base del cuello del profesor y con un violento giro de cabeza, le arrancó un gran pedazo de carne del tamaño de un puño dejándolo desangrado. Fernando no pudo hacer más que lanzar un aullido de dolor confusión y miedo antes de caer de lado, tieso como una piedra.
Joder, aquello era demasiado, excesivo, pero sobre todo imposible. Gael estaba realizando un acto de canibalismo delante de ellos y no podían hacer más que llorar y algunos vomitar.
La sangre salía a borbotones a través de la inmensa herida del profesor. Gael apoyó su fosforito pantalón teñido de sangre en el charco de sangre y con ayuda de sus manos, comenzó a destripar al catedrático. Aquella escena, también permanecería en su mente para el resto de la existencia de los allí presentes, sin poder jamás olvidarla. Las manos del alumno se introducían en la nueva herida de Fernando a la altura del estómago y de ella, sacaba grandes cantidades de órganos y carne que sin remordimientos se introducía en la boca. El hedor a sangre se dispersó como un rayo por la habitación e hizo que incluso el policía vomitase.

jueves, 26 de septiembre de 2013

10
CUANDO EL INFIERNO SE LLENE…

El Sol de diciembre brillaba con gran intensidad. Los días de lluvias y de nubes negras, habían sido substituidos por un Sol que ardía a lo alto del cielo. Retazos de la luz del Sol, se filtraban en la clase, a través del amplio ventanal dejando ver claramente lo que había en el interior de esa habitación, adornado con un intenso olor a sangre.
               Cuando Nacho asomó la cabeza dentro de la habitación, no pudo sentir hacer otra cosa que hundirse en dolor. El panorama de aquella clase era más o menos lo mismo que la suya; cuerpos tirados al azar, chicos con la cabeza sobre el pupitre bañándose en un gran charco de sangre.
               Entró en la clase y vio como un policía se levantaba apoyando una mano en el encerado. Seguramente, aquel agente estaba dando la charla que daba la policía local en el colegio cada año desde hacía decenios, cuando de repente, ocurrió todo. Debió de ser muy duro para el adulto ver como más de treinta alumnos de no más de dieciséis años, con toda una vida por delante, morían ante él.
               El agente, los observó con sorpresa y se acercó junto a otro superviviente, que se encontraba apoyado en la pared, con una gran herida en el brazo la cual limpiaba como podía con su camiseta. Pablo –que así era como se llamaba el chico- los contempló en silencio, intentando adivinar si su juicio ya le estaba jugando una mala pasada o si aquellos tres supervivientes que acababan de entrar por la puerta eran reales. Se levantó y se puso una sudadera azul marina con cuadros negros que se encontraba tirada a su lado. Se acercó hasta Nacho, lo atrajo hacia sí y lo abrazó como si fuera un oso de peluche. Pablo y Nacho nunca habían hablado demasiado, ya que el primero, era un repetidor no demasiado sociable, y sus verdaderos amigos se encontraban ya fuera de la escuela. Pero ver en ese instante a Nacho, lo recobró de energía y esperanza. Verlos a ellos tres significaba que en otras clases también había otros supervivientes.
               Nacho también agradeció aquel abrazo, caliente y reconfortante. Con el rabillo del ojo, vio como a su derecha, se levantaba otro superviviente; Fernando, el profesor que impartía clase de historia en el colegio y que al mismo tiempo, era jefe de estudios. Le envió una sonrisa al chico que también se la devolvió. Al lado del pedagogo, acurrucada en el suelo, se encontraba Paula, una atractiva adolescente de corta falda y camiseta de tirantes ajustada que lloraba con la cabeza apoyada en las rodillas.
               -Baquetas, Angel, Zoey, ¡Estáis vivos! –Gritó una voz llena de alegría. A la izquierda de Nacho, apareció el imprescindible del grupo; Isma. Los tres supervivientes que acababan de entrar en clase, lo abrazaron con gran fuerza.
               Isma pensó en preguntar por Guillermo, pero con dolor no lo hizo. Supuso que si no estaba entre los tres amigos, es que el guapo del grupo tampoco había sobrevivido. Aquello hizo que las lágrimas volviesen a brotar de sus ojos y se tuvo que tumbar.
               El resto de los supervivientes se habían sentado de nuevo en sillas o mesas; otros se habían acurrucado en el frío y duro suelo de baldosas. Los alumnos se reunieron alrededor de los adultos. Sin embargo, ni el policía ni Fernando tenían mucha pinta de saber como reaccionar es una situación como aquella. Ellos también estaban pálidos y ausentes.
               Todos los supervivientes se juntaron. Permanecieron en silencio durante largos minutos. Ninguno se atrevía a hablar. Aunque necesitaran la cercanía entre ellos, todos estaban distantes.
               Sentado junto a Nacho, se encontraba Rubén, un chico rubio de ojos color avellana. El joven era un chico de lo más curioso antes de aquella mierda. Era comunista y en más de una ocasión se había enzarzado en combate contra mentes discapacitadas -según él- que defendían a los apestados de los capitalistas. Era orgulloso, pero majo si uno lo conocía bien. Y Nacho era una persona que lo conocía perfectamente, desde que en la ESO el chico llegó al colegio, él y Nacho hicieron muy buenas migas. Rubén o como se le solía llamar, el comunista, había intentado persuadir a Nacho para que se uniera a las juventudes comunistas, sin embargo el chico se mantuvo fiel a sus ideales. Nadie le iba a sacar de la cabeza de que el mundo iría mejor con una anarquía.
               De sesenta personas que había entre las dos clase, tan solo habían sobrevivido ocho. Todos ellos, ahora se encontraban asustados y es que aunque estuviesen rodeados de más supervivientes, se sentía solos y tan expuestos al peligro que acabó con sus compañeros, que no se atrevían a hablar.
               El tiempo corría, había pasado más o menos unos treinta o cuarenta minutos desde que todo había comenzado cuando aquella extraña enfermedad volvía a golpear de una manera potente y definitiva.
               La primera en darse cuenta de lo que ocurría fue Paula, pero no se atrevió a decir nada, o simplemente no fue capaz. Isma fue el siguiente, con una mezcla de confusión y miedo en los ojos, comenzó a temblar. Nacho advirtió la impresión de su compañero y desvió la mirada al origen de su terror.
               En el fondo de la clase, Gael, uno de los jóvenes fallecidos, o al menos supuestamente fallecido hasta ese momento, esta respirando.
               Algo extraño sucedía.

               La pesadilla no había hecho más que comenzar en ese momento…

miércoles, 4 de septiembre de 2013

9
EN LA OSCURA SOLEDAD

En su clase ya no quedaba nadie más vivo. De veintisiete alumnos solo sobrevivieron tres. Ellos tres.
               Nacho se levantó del pequeño círculo que los tres tenían formado e intentando evitar mirar a los demás compañeros, se quitó el abrigo dejando al descubierto su negra sudadera de Rocky Balboa. Lo dejó en la mesa, tapando el cuerpo de Guillermo con él.
               -¿Qué haces? –preguntó Ángel sin muchas ganas.
               -Voy a la clase de al lado, la de 4ºB para ver si allí queda alguien.
               -¿Te marchas?
               -Venid conmigo, quedaros aquí no va a arreglar nada –Nacho sabía que parecía arrogante. Pero no tenía otra opción que jugar ese papel. Tenía que hacer que Zoey y Ángel reaccionasen. Quedarse durante más tiempo en esa clase no iba a hacer más que aumentar la depresión de todos.- Vamos, levantaos y acompañadme.
               Ángel lo miró, durante unos segundos pensó que si su amigo no tenía corazón, que la muerte de todos sus antiguos compañeros no había significado nada. Pero pronto se dio cuenta de que lo que en realidad quería Nacho, es que reaccionasen.
               Pero aun así no era nada sencillo. Querer reaccionar era una cosa, que la mente ayudase en esa difícil tarea era otra. Durante otro par de minutos, los tres permanecieron en silencio. Nacho esperando a que sus amigos reaccionasen. Ángel intentando que su cuerpo reanudase a moverse de nuevo y Zoey estaba tiesa, pálida, con una mirada perdida. Ver a su amiga, bastó para que Ángel consiguiese que su cuerpo le obedeciese. Si continuaban allí unos minutos más, quizás la mente de Zoey no pudiese soportarlo.
               -Tienes razón, Baquetas, hay que buscar algún superviviente más. No podemos quedar solo nosotros.
               Ángel también se levantó y se colocó cerca de Nacho, preparados para salir al exterior y ver si todavía quedaba alguien más. Estaban listos para salir, pero Zoey no. Seguía acurrucada en el suelo, llorando en silencio. Nacho la miró y posando su mano en su hombro le dijo en un suave susurro:
               -Zoey, hay que ir a clase de historia. Allí averiguaremos si hay alguien. Aquí ya no queda nada que podamos salvar…
               Pero la adolescente no contestó, con la mirada ausente al cadáver de su mejor amiga, Silvia, no podía más que temblar de miedo. Durante los últimos quince o veinte minutos, sus vidas habían sufrido un giro total; Nacho, Ángel y Zoe habían experimentado un dolor inimaginable en tan solo unos segundos. Nacho, lo estaba intentando superar al igual que Ángel, pero Zoey no, no era capaz. Ella era débil.
               -¿Qué ha provocado todo esto? –Preguntó Zoey todavía con la mirada perdida. Durante los diez minutos que habían estado los tres llorando en silencio, esa pregunta había rondado por sus cabezas. Pero no se habían atrevido a pronunciar las palabras. Porque los tres sabían, que no tenían la respuesta.
               -No lo se, quizás un virus o una infección.
               -¿Qué clase de virus es tan letal que puede matar veinticinco personas en menos de un par de minutos?
               -Ni idea –contestó Ángel negando con la cabeza. Nacho miró a su amigo. Él tampoco tenía una respuesta.
               -Yo no soy católica, pero ¿Creéis que se trata de algún castigo religioso?
               -No, por supuesto que no –afirmó totalmente convencido Nacho.- Ahora vámonos, yo te ayudo a levantarte –Nacho ayudó a Zoey a ponerse en pie. A la joven le temblaban las piernas como si fuesen gelatina. Pero Nacho tenía razón, quedarse en esa clase no iba a servir de nada. Estaba decidido, irían a la clase de historia para ver si allí había algún superviviente.
              
               Fue un camino corto, doce o trece pasos era la distancia que separaban las dos clases. Pero cuando salieron y vieron a la alumna de 4ºB que minutos antes Nacho ya había visto, Zoey volvió a romper en sollozos. Ángel no pudo continuar viendo a su antigua compañera de otra clase y apartó la mirada.
               -Esto no significa nada –dijo Nacho en un susurro.- Que ella haya muerto no significa que toda la clase haya fallecido.
               Ángel lo miró y Nacho intentó disimular su preocupación. ¡No!, se negaba totalmente a la idea de que ese virus o infección o castigo divino o lo que fuese, hubiese hecho que ellos tres fuesen los únicos supervivientes. Era imposible, totalmente imposible. Llegaron hasta la puerta que estaba cerrada. Curioso, si aquella niña había salido de la clase, ¿Porqué habría cerrado la puerta? La respuesta era simple y sencilla, no quería ver más el dolor de todos los compañeros que morían en una terrible y angustiada muerte. Él había hecho más lo menos lo mismo.
               Adelantó una temblorosa mano y giró el dorado pomo de la puerta. Unos segundos que parecieron una eternidad fue el tiempo que Nacho tardó en abrir la puerta.
               La desarrimó.  

               Lo que había al otro lado lo aterrorizó. 

sábado, 31 de agosto de 2013

8.2
LAGRIMAS DE SOLEDAD


-¿Qué ha sucedido? –Preguntó el chico en voz baja mientras miraba a través de la ventana con los ojos fijos en un cadáver que se encontraba tirado en medio del patio del recreo, al lado de las gradas. Aquel adolescente, un par de años menor adivinó Nacho, se había caído y se había golpeado la cabeza contra el bordillo de las gradas. Su cuello estaba en una posición imposible, antinatural. Nacho no pudo aguantar mirarlo durante más de unos segundos.
Ángel levantó la vista durante unos segundos y le miró, pero no pudo darle una respuesta, por lo que apartó la mirada sin responder.
-¿Cuánta gente habrá muerto? –Insistió Nacho de nuevo en una voz casi inaudible. Pero otra vez más, Ángel negó con la cabeza sin saber que responder. No quería hablar de lo que acababa de ocurrir, no quería saber nada más durante ese momento. Pero su mente se la jugaba, ya que por su cabeza no paraba de rondar las imágenes de todos sus compañeros tosiendo y vomitando sangre, agónicos y aterrados.
Nacho se sentó abatido de nuevo ojeando a su alrededor, fijándose uno a uno, en todos los cadáveres de la clase. Cada vez que los veía, no podía dejar de pensar en por qué él no murió y en cómo se encontraría su hermana. De repente, también se acordó de sus padres, ¿Ellos estarían bien? ¿Aquello habría ocurrido tan solo en el colegio o a al contrario en una escala superior? ¿Habría sido a nivel local?, ¿Nacional?, ¿Continental? o en el peor de los casos, ¿A nivel mundial? No tenía respuesta, en realidad no sabía nada. Hasta hace unos diez minutos, estaban en clase de lengua, recibiendo la vara de Josefa y en el preciso instante en que le iba a pedir disculpas a Guillermo, Hugo comenzó a toser para al cabo de un par de minutos, morir. Pero antes de que alguien pudiese reaccionar, el resto de la clase pasó por la misma agonía de Hugo, ¿Por qué? ¿Qué es lo que había ocurrido?
Miró a Ángel, quien seguía sin mostrar señales de vida, echo un ovillo mirando fijamente el encerado manchado de un rastro de sangre ya que alguien había apoyado la mano antes de morir. No podía dejar de mirar aquello, no podía pensar, no podía hacer nada; estaba en shock.
Nacho se limpió la sangre que salía de su brecha. No tenía pinta de que Ángel fuese a hablar, lo cual no era extraño. Estaban ellos dos solos, rodeados de casi treinta cadáveres de gente a la que quería como su familia. Pero lo peor y más devastador era el silencio, no oír nada que no fuese la brisa, daba a entender que el mundo había muerto, que estaban solos y que ya no quedaba nada. Ni un avión, ni una risa, ni una voz, ni un golpe. Nada. Silencio.
Pero de repente, un sonido de cristal rompiéndose, llamó la atención a Nacho. Otra vez, aquel sonido. Nacho miró a Ángel con una mezcla de entusiasmo y esperanza, quizás aun podía haber alguien más en esa clase, quizás no estaban ellos dos solos.
Se levantó nervioso por lo que pudiese pasar, no quería hacerse demasiadas ilusiones por si al final la idea de un superviviente más no existía. Pero en su interior, la esperanza florecía como una flor en primavera.
Llegó hasta la esquina contraria de donde ellos se encontraban, al lado de un mueble lleno de libros de diferentes tamaños. Allí, tirado junto al mueble, se encontraba otro cadáver más, con unos ojos muertos mirándole directamente a él. Apartó la mirada y se encontró con Zoey a sus pies, acurrucada como escasos segundos antes él lo había estado.
Tenía los ojos enormemente abiertos sin pestañear, pero era una mirada viva, un rostro vivo. Parpadeó un par de veces, sin duda alguna estaba viva. La había visto toser, pero esa tos no la había condenado como al resto.
Cautelosamente se inclinó para ponerse a su altura.
-Hola –saludó intentando parecer los más calmado posible.
Zoey se sobresaltó al escuchar la voz del chico. Con ojos llorosos y asustados le miró, pero no respondió. Estaba aterrorizada, temblaba. Nacho decidió intentarlo por segunda vez.
-Hola Zoey. Estoy aquí –dijo lenta y amablemente Nacho. Alargó su mano y suavemente la posó en la de la chica.- No pasa nada, no estás sola.
La adolescente parpadeó un par de veces. Era real, no era la única superviviente. Nacho estaba allí, hablándole.
-Nacho… -dijo temblorosamente Zoey. Tenía miedo, estaba asustada. Se dejó caer sobre Nacho y lo abrazó. Lo abrazó con fuerza, como hacía tiempo que no lo hacía. El calor de otra persona más era muy reconfortante y más cuando el otro superviviente era Nacho. Durante esos minutos del fuerte abrazo, olvidó todos sus problemas con el chico, su ruptura, sus problemas. Olvidó todo y solo pensó en Nacho y que no estaba sola.
-Tanquila, estoy aquí –Nacho la miró a los ojos y dándole un beso en la húmeda mejilla, la volvió a abrazar.
Los tres se juntaron en el centro de la clase y lloraron en silencio. Pasaron diez minutos y aunque Nacho fue viendo uno a uno cada cadáver para comprobar si quedaba alguien más, estaban ellos solos.

               En su clase ya no quedaba nadie más vivo. De veintisiete alumnos solo sobrevivieron tres. Ellos tres.

lunes, 19 de agosto de 2013

8.1
LAGRIMAS DE SOLEDAD

Hacía escasos segundos el aire estaba inundado de agonía y después, silencio.
Los minutos pasaban y el sepulcral silencio no era interrumpido por nada. Ni una voz, ni un lloro, ningún sonido de avión. Nada…
¿Realmente había ocurrido todo aquello? ¿Realmente acababa de ver como todos sus amigos de clase habían muerto? No, definitivamente no pudo ser así. Solo se lo había imaginado, tan solo había sido una paranoia. Pero el vómito se encontraba a un par de metros suyo y la brecha aun continuaba sangrando.
El silencio le hizo darse cuenta una vez más, que aquello no había sido una pesadilla y estaba ocurriendo realmente.
Nacho se incorporó y desvió la mirada hacia el final del pasillo donde se podía ver como las nubes de tormenta que esa mañana vigilaban Vigo de manera imponente habían desaparecido dejando paso a un Sol reluciente de diciembre. Durante unos segundos pensó en salir al exterior e intentar olvidar toda aquella mierda. Pero se quitó esa estúpida idea de la cabeza; lo vivido anteriormente no se iba a ir así como así. Ni dentro ni fuera del colegio. Primero volvería a su clase y descubriría si llegó a haber algún superviviente a excepción de él. Luego, ya vería.
Puso en funcionamiento su improvisado “plan” y fue de nuevo, no sin miedo, a su aula. Por el breve camino, se encontró a una chica de 4ºB tumbada boca arriba sobre un charco de sangre. La muerta, tenía la boca abierta en forma de un grito silencioso, un grito que jamás le dio tiempo a expulsar. La esquivó y continúo el breve trayecto que le quedaba hasta llegar a la clase, pero nada más asomarse, tuvo que dar unos pasos hacia atrás y apoyarse en el marco de la puerta para no caer. Las piernas le fallaron y de nuevo, la bilis intentó salir al exterior, pero esta vez la contuvo, ya no le quedaba mucho más que vomitar.
El panorama que observó lo destrozó, cuerpos caídos de forma aleatoria ocupaban toda el aula. La sangre había invadido todos los rincones de la clase: el suelo, las mesas, los libros, las ventanas, el encerado, las paredes… Todo estaba teñido del líquido rojo.
 Intentó contener las lágrimas que luchaban por salir, pero no lo logró y acabó estallando en sollozos. Pudo observar, que el cuerpo de Josefa estaba también tendido allí. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué había pasado? ¿Realmente estaba solo?
Nacho casi se había rendido, demasiado asustado para continuar de pie. No quedaba nadie vivo. Temblando de miedo se hizo una bola y se acurrucó abrazándose las piernas y juntando las rodillas en el pecho. Lloraba. Y más cuando pensó en el posible destino de su hermana. ¿Y si ella también había muerto de forma tan espantosa?
Murmuró unas palabras mientras, con la mirada fija en el suelo, pensaba qué iba a hacer. Realmente estaba solo y un mundo silencioso sin nada de ruido todavía lo asustaba más. Quiso gritar para pedir ayuda pero se detuvo. El mundo estaba tan silencioso y él se sentía tan solo y expuesto al peligro, que no se atrevió.
El chico acabó por levantarse ayudándose con el marco de la puerta, pero todavía asustado, demasiado conmocionado y débil para pensar o caminar. Alzó la mirada un instante hacia la silenciosa y devastadora clase de lengua y desvió una última mirada antes de comprender que realmente no había ningún otro superviviente.
Se volvió, todavía sin saber que iba a hacer a continuación, pero allí, ya no le quedaba nada. Dio un primer paso cuando a su espalda, sonó un inesperado sollozo hizo que volviese la vista cara el fondo de la clase. ¿Se lo habría imaginado? ¿Habría sido una paranoia? Posiblemente sí, su mente estaba demasiado asustada para aceptar que realmente estaba solo y se imaginó un ruido. Durante unos segundos, recorrió toda la clase con una lenta mirada, buscando el posible origen del sonido, pero no lo halló. Una vez más, cuando se disponía a dar la vuelta, lo volvió a escuchar. ¡Sí!, no había duda, no habían sido imaginaciones suyas, lo había escuchado. Quizás no estuviese realmente solo
Entró lentamente en la clase, sorteando y esquivando todos los cuerpos de los alumnos que habían conseguido levantarse de sus sillas pero que por el camino, fallecieron. Sus ojos se clavaron en Guillermo, tieso y con unos ojos muertos pero que trasmitían sorpresa y miedo, mucho miedo. No se había podido perdonar con él, lo iban a hacer, sí, pero todavía no. Y ahora, tendría que vivir con aquel peso durante el resto de su vida. Se acercó hasta él y pasando suavemente sus dedos temblorosos sobre sus ojos, se los cerró para que al menos pudiese tener un descanso en paz.
-Lo siento, Guillermo –murmuró Nacho pronunciando sus primeras palabras tras casi quince minutos de silencio. Se sentía culpable de no poderle haber ayudado, pero no podía hacerlo, no podía haber hecho nada por ninguno de sus compañeros que habían muerto. O quizás sí, quizás pudiese haberles ayudado y no lo hizo, pero no quería pensar esa idea. Él no pudo hacer nada, no pudo hacer nada por sus amigos…
Continuó andando por la clase, intentando hallar el origen del sonido que había escuchado minutos atrás. Se detuvo delante del cuerpo de Ángel que se encontraba boca arriba, mostrando una sensación de paz en su rostro junto a una gran brecha que tenía en la frente. A su lado, descansaban numerosos trozos de cristales fragmentados de diferentes tamaños, provenientes de la ventana, en la cual seguramente, Ángel antes o después de morir asfixiado, chocó contra ella. Nacho lloró en silencio arrodillándose junto a su amigo. Otro más que no había sobrevivido.
Posó su mano en el pecho de Ángel con el objetivo de despedirse por última vez de otro de sus mejores amigos, cuando notó como el pecho de este se hinchaba y deshinchaba rítmicamente con suavidad. Perplejo, su cabeza comenzó a pensar lo más rápido que podía en esos momentos. Colocó su oído al lado de los orificios nasales de su compañero y con una sensación de alegría como jamás antes la había saboreado, descubrió que no estaba solo, que no fue el único superviviente; Ángel también estaba vivo.
Lo meció suavemente hasta hacer que los ojos de Ángel débiles y cansados se abrieran, pudiendo contemplar que a tan solo unos escasos veinte centímetros de su rostro, estaba Nacho, con lágrimas en los ojos y una sonrisa como nunca antes se la había visto. Le costó un rato orientarse antes de darse cuenta de lo que había sucedido.

Se abrazaron en silencio y durante cinco minutos enteros, estuvieron así, en silencio, sintiendo el calor del uno y del otro. No estaban solos y quizás, si ellos habían sobrevivido, significaban que no eran los únicos. Permanecieron con el abrazo hasta que Nacho lo rompió y una vez más miró la silenciosa clase. De nuevo, la sensación de miedo volvió a invadirle, aunque ´le no estuviese realmente solo, tan solo eran dos, ellos dos. ¿Por qué ellos y no por ejemplo Guillermo o cualquier otra persona? ¿Qué clase de planes tendría Dios si realmente exisiti4es para exterminar de repente a tanta gente? Miles de pensamientos, todos ellos negativos, se acurrucaron en la mente de Nacho, aterrorizándolo.

martes, 13 de agosto de 2013

7
SILENCIO SEPULCRAL

Hubo un silencio dañino, solamente se escuchaba alguna respiración entrecortada y algún que otro sollozo que se perdía en la cabeza de todos los chicos. En ese momento, solo tenían una cosa en mente: Hugo acababa de morir de una manera espantosa, acababa de perder la vida ante sus narices y no pudieron hacer nada más que llorar y ver como sus ojos perdían su color.
               Josefa estaba pálida y tiesa; parecía un muñeco de nieve vestido de arco iris. Sus arrugas se convirtieron en altas cordilleras como nunca antes lo habían hecho. Empezó a temblar y Nacho reparó que sus labios balbuceaban algo pero no alcanzaban decir ninguna palabra en concreto, simplemente eran frases entrecortadas sin sentido alguno. Temerosamente, la profesora adelantó un pie, dudó un instante, luego adelantó el otro. Continuó así durante unos minutos que parecieron durar décadas. En ese infinito tiempo, a parte del resonante sonido que provocaban los tacones de la profesora y de los sollozos que aun deambulaban por el aire, se empezaban a escuchar leves murmullos como <<¿Está muerto?>> o <<Fíjate, ¿Qué coño acaba de suceder?>> o simplemente <<Dios santo, el Señor le ha castigado>>. Josefa ignoraba aquellos comentarios, pues tenía suficiente con pensar que haría. Así, ajena a los murmullos, se acercaba hacia el cadáver, todavía sin saber que iba a hacer cuando llegase hasta él.  Por fin llegó al pupitre silencioso, la maestra tendió su mano y tocó el frío pómulo de Hugo. Suavemente lo meció a un lado y a otro y sin ser consciente, unas palabras en forma de pregunta salieron por sus resecos labios:
               -¿Hugo? –sabía que el adolescente no le iba a responder, un muerto nunca responde. Sin embargo, Josefa no pensaba. Se encontraba como un bebé al que le había robado el caramelo.- Hugo, respóndeme…
               A pesar del tono suplicante de la profesora, el joven seguía sin responder. Una chica estalló en lágrimas mientras presenciaba aquella escena. Josefa apartó la mano, se quedó dudando si debería seguir llamando al muerto y  decidió que lo intentaría una vez más. Volvió a tender la mano y cuando estaba a escasos centímetros del pómulo izquierdo, se escuchó un tosido en el rincón más alejado de la clase. Todos  volvieron la vista hacia la niña. Esta, mientras tosía, no podía evitar pensar una cosa: ¿Ella también moriría?
               De nuevo, el tosido se prolongó más de lo normal y volvió a crear un horrible y doloroso sonido. Las compañeras del pupitre de Raquel –la joven ahora vista como un leproso- se apartaron de ella, esta las miró con lágrimas en los ojos y llevó sus manos al cuello. De nuevo el aula se calló a excepción de la tos agonizante que sufría la joven. La niña con ojos como platos, hinchados y ensangrentados, echó una última mirada dirigida a Nacho antes de empezar a vomitar la sangre.
Pero antes de que Raquel acabase con el mismo destino que Hugo, Dani, el batería, comenzó a toser y convulsionar. Ana y Leticia, las compañeras de Raquel, empezaron con los mismos síntomas. Detrás de Nacho, Jenny y Fátima se intentaron incorporar, pero les fue inútil: ellas también se unieron a la agonía. Nacho aturdido y conmocionado miró a toda el aula, todos sus compañeros tosían. Se incorporó, pero una gélida mano le agarró la suya. Nacho observó a su mortalmente pálido amigo Guillermo. Éste le miraba con ojos asustados pero ya inyectados en sangre y lágrimas que junto a los enormes hilos de sangre que le brotaban de la boca, eran iluminados por una piel antinaturalmente pálida. Nacho con un grito ahogado, se zafó de la mano de uno de sus mejores amigos; Guillermo acababa de morir. Dio unos pasos atrás mientras su cuerpo temblaba, sus fuerzas le abandonaban. Recorrió el aula con una visión borrosa a causa de las lágrimas y del mareo que estaba sufriendo. Las náuseas le subieron desde su estómago y observó como otros compañeros al igual que él, se intentaban levantar; algunos lo conseguían y se quedaban inmóviles en un profundo shock, otros no. Nacho con una última pasada de vista, logró distinguir a Zoe; tosía y lloraba…
Mierda, mierda, mierda. El mundo daba vueltas a su alrededor. Eso no podía estar pasando, tenía que ser una mala pesadilla. Desgraciadamente estaba ocurriendo y no lo era.
Por fin, con un inagotable tambaleo, Nacho, alcanzó a dar su primer paso; le costó un mundo. Con el mal sabor de la bilis en la boca, consiguió dar un segundo paso, luego un tercero pero al intento del cuarto, tropezó con una mochila desperdigada por el suelo. Perdió el equilibrio pero los pocos reflejos que le quedaban del judo lograron que no cayese. Esquivó una segunda mochila que se interpuso en su errante caminar, pero no logró sortear el cuerpo inerte de Mario. Cayó al suelo, pero esta vez ya ni intentó mantener el equilibrio, ya no le importaba caer, quería golpearse y despertarse de una vez, es lo que quería, pero no sucedía.
Impactó con la frente contra el canto de una mesa teñida en sangre. En el momento del golpe, su mente que estaba negra tuvo un haz de luces bancas y fosforescentes que le hicieron despertar de su estado de shock. Tendido en el suelo empezó a llorar, no aguantaba más. Sus compañeros y amigos de la infancia estaban muriendo y él lo único que podía hacer era llorar, llorar como un bebe recién nacido. Todavía extendido, formando poco a poco un pequeño charco de sangre debido a la brecha que se había hecho en la frente instantes antes, giró la cabeza muy lentamente cuando sus ojos se cruzaron con los de Álvaro –su excompañero de pupitre de inglés-, que estaban abiertos, pero muertos, vacíos. En ellos se podía ver reflejado el terror que segundos antes acompañó a Álvaro hasta el final de su vida.
Nacho estalló de nuevo en lágrimas y se levantó entre perpetuos tambaleos, acompañado por una fuerte arcada. Una vez más, su mente borrosa le impedía ver que sucedía en torno a él.
Tenía que hacer algo, pedir ayuda era la solución. Era fácil pensarlo, realizarlo era casi imposible. Con lágrimas en los ojos, puso rumbo hacia la puerta. Aunque estuviese aturdido, no era capaz de impedir que los tosidos y lloros no entrasen en su cabeza. Lo único que deseaba era pedir ayuda. Al fin alcanzó el pomo de la puerta, manchado también de sangre de alguien que tuvo su misma idea pero que no pudo llevarla a cabo debido a que falleciera en el intento.
 La mano le sudaba y temblaba, giró el pomo a la derecha y con un pequeño alivio en el interior salió de clase para llegar al pasillo del edificio y allí pedir ayuda. Pero ese alivio pronto se disipó. Se había equivocado al pensar en pedir ayuda.
Si el sonido en su aula era desesperante, allí, en el pasillo era aun peor. Una marea de tosidos, arcadas, respiraciones entrecortadas, gritos, lloros, agonías, caídas y sollozos golpeaban a Nacho de una manera psicológica. Desde todas las aulas, desde el patio, desde el gimnasio, desde la sala de reuniones, dese todos los rincones posibles e inimaginables se acercaban desesperantes agonías cargadas en el aire.
Pero para cuando, Nacho hubo recorrido todo el pasillo pidiendo inútilmente ayuda, los tosidos, gritos, lloros y todas las agonías dichas anteriormente, cesaron. El joven temblaba de miedo, mareado tuvo que sostenerse en la pared para buscar un apoyo y no caerse. Notó como la bilis le recorría el cuerpo y no pudo aguantar unas arcadas que remataron en vómito. Arrimó su espalda contra la pared y se dejó caer deslizándose por ésta. No podía ser que todo eso hubiera pasado, era imposible, eso no había sucedido. Tenía que ser una pesadilla, una pesadilla como la que tuvo en el bus. Tenía que serlo, pero aunque lo desease, no lo era. Había ocurrido de verdad.

Dos minutos después de la infección, Hugo había muerto, unos minutos después, 4ºC en su totalidad había fallecido. Otro minuto más y todo el colegio se había muerto. Seguramente, todo el planeta se había silenciado…

jueves, 8 de agosto de 2013

6
ESTALLA LA TORMENTA

Tener lengua un jueves a primera, era una bonita manera de despertarse del estado somnoliento en el que los adolescentes llegaban a clase. Sobre todo porque Josefa sabía muy bien como hacer despertar a sus alumnos. Sus centenares de años en la enseñanza le proporcionaban tácticas infalibles para mantener a todo el mundo atento. Según algunos alumnos, Josefa llevaba en el puesto de profesora desde que el hombre descubrió la rueda, allá por el Pleistoceno. Era una profesora que generación tras generación, daba mucho de que hablar por sus coloridos ropajes que llevaba a clase, era conocido por varios motes, uno de ellos era La princesa Arcoíris. Cada semana se teñía el pelo, una generación contó que una vez pudieron tener el placer de verla con el pelo morado, pero eso no eran más que rumores. Sus arrugas le acompañaban desde hace décadas y sin embargo, nunca le salían nuevas. Según varios alumnos, Josefa conocía el secreto de la inmortalidad junto a Jordi Hurtado. Tanto anillos como pulseras y pendientes de inmensos tamaños y colores eran sus complementos que llevaba a diario.
               -Buenos días mis queridos alumnos –la voz de Josefa aguda pero penetrante resonó por toda el aula mientras los alumnos de 4ºC iban tomando asiento. – Sentaos de una vez y veamos si habéis estudiado la lección de ayer.
               Todos los alumnos se sentaron en el orden en el que Josefa les mandó. Nacho, tomó asiento al lado de Andrea, la listilla de la clase que nunca bajaba del nueve, ¿Cómo lo haría? En el asiento de la derecha se encontraba Guillermo, que había conseguido entrar en clase al límite, antes de que la profesora cerrase la puerta. Con un movimiento de cabeza sin mucho ánimo saludó a Nacho y se sentó al lado de este.
               Josefa inspeccionó toda la clase con una mirada y observó que estaban sus 27 alumnos. Excelente, era hora de comenzar la matanza. Lanzó una mirada furtiva a Hugo y acercándose a su pupitre, apoyó sus voluminosos pechos en el mueble y posó sus manos, una sobre la otra, en las tetas.              
               -Bueno Hugo, ¿Qué tal te va con nuestro amigo Calderón de la Barca? Dígame las principales características de su estilo.
               Hugo arqueó las cejas dando a reconocer que no tenía ni puñetera idea de la respuesta.
               Toda la clase estalló en carcajadas, incluso Hugo que rojo de vergüenza no pudo evitar reírse. Josefa también sonrió y aun más cuando decidió cual sería su próxima víctima: Miriam.
               La profesora se alejó del fondo de la clase, donde se encontraba el asiento de Hugo y, llegó al de su nueva víctima.
               Nacho que vio Josefa les daba la espalda, aprovechó para girarse a Guillermo. Este le miró y no pudo dejar escapar una sonrisa. Estaba claro, ninguno de los dos soportaba más aquel estúpido enfado. Ya era hora de que se perdonasen. En una voz casi inaudible, Nacho comenzó a hablar:   
               -Guillermo, yo… -Unos tosidos provenientes del fondo de la clase le hicieron callar. Desvío la mirada unos segundos hacia el origen del sonido y descubrió que era Hugo. Una nueva oleada de risas barrió la clase. Algunos comentarios como <<Qué Hugo, la tos matinal después de fumar ataca de nuevo ¿No?>> o <<Eso es lo que pasa por fumar tan temprano>> ya eran rumores que merodeaban por toda la clase de una boca a otra. Su compañero de pupitre, le dio unos golpecitos en la espalda para que se le pasase la tos.
               Nacho tampoco pudo evitar sonreír pero de nuevo se volvió cara a Guillermo para continuar con su parte de las disculpas. Pero algo lo detuvo, aquella tos, ya no era una tos ordinaria. Era un sonido doloroso y horrible. Debía de estarle rasgando la garganta al joven alumno que desesperadamente luchaba por respirar. El aula se quedó en silencio a excepción de la asfixiante tos que la asolaba.
               Algo que había empezado como un cachondeo de tos había evolucionado a un alumno que se estaba ahogando. Hugo se llevo las manos al cuello y zarandeando la cabeza intentó respirar inútilmente. De repente, uno de los tosidos, estuvo acompañado por varios hilos de sangre que mancharon el pupitre y los apuntes y que ahora colgaban por su barbilla. El color de su piel era de un color morado pálido decorado con varia sangre fresca que no paraba de toser y escupir. Con ojos aterrorizados, Hugo, se quedó mirando a la profesora, pero esta no sabía que hacer.
               El chico ya no podía hacer nada por conseguir respirar y vomitando sangre, dio unos débiles meneos de cabeza antes de dejar caer violentamente la cara sobre el pupitre.
               Su cabeza, tendida en la mesa estaba rígida y a remojo en el charco de sangre vomitada instantes antes. Tenía la boca muy abierta en forma de un grito silencioso, de la cual colgaban varios hilos de líquidos rojos. Su piel se había vuelto pálida, casi blanca y en ella, contrastaban todas las venas moradas que se habían remarcados mientras el chico luchaba inútilmente por respirar.
               Pero lo más escalofriante eran sus ojos; abiertos y sin color, ensangrentados debido a la multitud de venillas que le habían estallados mientras se asfixiaba.
               La clase quedó en silencio, Hugo acababa de morir.

               Pero aquello, solo era el principio…

jueves, 1 de agosto de 2013

5.2
LA HORA FINAL

Pero algo brilló dentro de Nacho; Zoey le contestó el saludo sin muchos ánimos. Sin embargo, Borja miró de reojo a Nacho y suponiendo que iba a hablar con la niña, continuó con la caza de la chica. No la iba a dejar escapar, no otra vez. Cuando Zoey comenzó una relación con aquel subnormal al que todo el mundo llamaba Baquetas, él sufrió mucho y aunque lo ocultase, amaba con toda su alma a la joven. Enviándole una envenenada sonrisa de triunfo a Nacho, de nuevo se acercó a la chica y apartándoles unos.
               -Sé que estos días estás un poco jodida, si quieres ahora que llegan las vacaciones, quedamos e intento animar esa cara.
               -No creo que sea el mejor momento para hacerlo, Borja.
               -Tranquila, no te quiero meter presión pero piénsatelo. Recuerda que todavía tenemos pendiente la cena –apuntó Borja haciendo un gesto como si estuviese rapeando.
               ¿Cena? ¿Qué cena? Nacho sintió una punzada en el corazón al escuchar las palabras de Borja y más cuando Zoey con una sonrisa muy forzada contestó:
               -No se me olvida, tranquilo. Este sábado la hacemos.
               Borja lo miró y de nuevo sonriendo a su mayor rival, susurró en unas palabras inaudibles:
               -Este duelo lo he ganado yo, Baquetas. Has perdido.
               Nacho disgustado, decidió marcharse. Desconsolado se sentó en las gradas al lado de Isma y Valentina y apoyando la cabeza sobre las manos perdió la mirada en el horizonte. Con ambos dedos índice y corazón de cada mano, se empezó a masajear la sien. Intentando animarse, pensó que aun quedaba una larga mañana para tener otra oportunidad y hablar con Zoey, pero era inútil, ella no quería hablar con él; dos semanas atrás le había dicho claramente que ya no le quería.
               Quedaba un par de minutos para que tocase el timbre y nada iba según lo esperado.
               -¡Mirad lo que he encontrado por el camino! –gritó Yago al llegar junto al grupo tirando la mochila al suelo mojado. Llevaba las manos cerradas, tenía algo en su interior. Isma, Valentina, Nacho, Mario y algún otro curioso, formaron un círculo alrededor del adolescente recién llegado.- Vais a flipar.
               Separó las manos y dejó a la vista un saltamontes que brincó hacia el pelo de Valentina. La chica chilló al tiempo que se revolvía el pelo para librarse del animalito.
               -¡La madre que te parió! –Gritó Isma a Yago en un estado entre enfurecido y divertido al ver la reacción de su novia.
               -No me pegues. Tienes que reconocer que es increíble. Un saltamontes en invierno –dijo Yago intentando disculparse mientras escapaba a lo largo del campo de fútbol de Isma.
               El resto de la gente estalló en risas, incluso Nacho. Pero estas se vieron interrumpidas por el sonido del timbre, era hora de comenzar las clases. Resoplando y sin ganas, todos los alumnos pusieron rumbo a las aulas.
               Nacho caminaba junto a Ángel y María cuando de repente los empujaron. Cuatro niños pequeños de no más de siete años, simulando ser cuatro jinetes de caballos trotando al galope. Al mismo tiempo, un policía pasó entre los tres adolescentes y lo saludaron amablemente sin embargo, el agente no contestó el saludo, sino que simplemente se limitó a observar a Nacho. Durante unos segundos, el policía no apartó la vista del chico.
               -Ya la has liado tío. Hoy vas directo a la trena.
               Pero Nacho no contestó. Los ojos de ese agente le sonaban mucho. Demasiado.
               Continuaron su camino a clase despidiéndose de María antes de entrar, la chica le dijo a Nacho en un susurro al oído, que todo iba a salir bien. El adolescente no alcanzó a comprender el significado de aquellas palabras y se despidió de ella con un beso en la mejilla de aquella curiosa, misteriosa pero increíble chica. Le caía muy bien aunque la hubiese conocido unos meses atrás. Ángel se despidió con un beso muy próximo a los labios, se notaba de sobra que entre ellos iba a suceder algo muy pronto.
               <<Ojalá hoy sea un día tranquilo>> pensó Nacho mientras entraba en clase.
               El timbre había dado por comenzado las clases y al mismo tiempo, aunque en ese momento lo ignorasen, también había dado por finalizada la era de la raza humana.
               Los minutos se habían agotado…

               Y así, estalló la tormenta…